Bloga Albisteak eta Iritziak

Mi experiencia con Arizmendiarrieta

MI EXPERIENCIA CON ARIZMENDIARRIETA

En 1972, iniciamos un viaje, a Mondragón. De ese lugar, obtuve información de Don Jaime Arau, Director del  CeRETI de Guadalajara, México, quien conociendo la Escuela Politécnica recomendó mi estancia de diez meses, auspiciada por la UNESCO, con el fin prepararme en Instrumentación industrial y Control Automático.

Iniciado mi plan, percibí que mi programa sería exitoso por el desarrollo alcanzado, el equipamiento y los Planes de Estudio de la Escuela y porque emanaba un cálido ambiente de trabajo en todos lados de esta “Universidad potencial”.

Me llamó la atención: el estilo de vida de la gente de Mondragón con su sistema de cooperativas. Admiré sus características socio-económicas y pensé que la cultura provenía del carácter y temple de los Vascos y su unidad en la construcción de una sociedad afincada en la equidad social y compartiendo valores humanos admirables.

Esta gente parecía revelarse al destino de injusticia y yo no comprendía cómo o de dónde surgía ese pensamiento de apoyo mutuo y cooperación. Fue gradual descubrir, que había muchas personas trabajando comprometidas con un hombre modelo: Don José María Arizmendiarrieta  que aglutinaba y guiaba con  ideas, ejemplo, su palabra y presencia.

Algo notable me pasó al conocerlo. Me presentaron ante él y mi impresión fue: que era un hombre de gran vigor lo que se desprendía de sus suaves y firmes ademanes y su sonrisa afable que inmediatamente me inclinaron a tratar de conocerlo.

La segunda ocasión que nos encontramos, intercambiamos comentarios acerca de mi trabajo y cuestiones sobre lo que pasaba en Mondragón y si yo creía que el proyecto cooperativo podría tener cabida en mi ciudad. Mi comentario no fue esperanzador debido a mi poca influencia en Guadalajara. 

La tercera ocasión fue durante la visita de un grupo de personas de Alemania que tenían interés en conocer las cooperativas. En esa ocasión, Don José María me presentó con mi calidad de becario de la UNESCO. Expliqué lo que había observado del desarrollo de algunas empresas cooperativas y en especial de la E.P.P. que era el polo de donde se generaban ideas y modelos para la investigación, el desarrollo tecnológico y el fortalecimiento social. Él me preguntó si tenía algo que agregar, manifesté: “agradecimiento por el trato y el apoyo que estaba recibiendo de profesores, directivos y compañeros de las clases” y que, como él me había dicho, “sólo con mucho esfuerzo completaría mi programa”.

Don José María era sacerdote y su vida fue de trabajo en todos los ámbitos del servicio a la gente. Jamás se mostró vencido ante las oposiciones a su visión creativa. Ante la adversidad, sobreponía su acción y persistencia para alcanzar las metas.

Pensaba que la educación de los jóvenes era la verdadera llave para cimentar el futuro y con ese pensamiento puso manos a la obra para propiciar y fundar centros de formación para el trabajo.

Él tenía siempre propuestas prácticas y concretas para los problemas y decía “lo mejor es enemigo de lo bueno” refiriéndose a que la excelencia sólo se alcanza si primero logramos lo posible en bien de los demás.

Pensaba que el conocimiento debe compartirse y no convertirlo en un bien particular “socializando el saber se democratiza el poder” con el fin de que todos los jóvenes tuvieran oportunidades de educación y formación como verdadera fuente de la democracia.

No era amigo de la simulación y el secretismo, al contrario, recomendaba como método de participación “pensemos en voz alta”. Con esa concepción práctica: consideraba que los jóvenes debían adquirir conocimientos para la vida y no para el enciclopedismo. Su visión era “saber para saber hacer”. Él pensaba en una educación que diera orientación de vida a los jóvenes y a los adultos.

Don José María es un modelo de hombre revolucionario que transformó un grupo social sin crisis ni violencia.

Fiel seguidor de Jesús, reprodujo la búsqueda del bien de los desposeídos a través de su labor.

Su ejemplo debería conocerse en todo el mundo tan necesitado de buenos líderes capaces de generar un humanismo verdadero a través del amor a los semejantes: lograrlo, por sí mismo es verdadero milagro de amor y dedicación.

Él expresaba “busquemos un humanismo de amor, comprensión, sensibilidad y tolerancia como valores de cooperación”.

Don José María Arizmendiarrieta fue un guía sereno, bondadoso, de clara presencia y el amor hacia sus semejantes lo convirtió en motor generador de bienes para todos los que tuvimos la oportunidad de recibir parte de su obra.

Con una vida extensa e intensa en realizaciones y logros que perdurarán a través del tiempo, sin mácula en su persona como corresponde a quienes alcanzan la santidad por la gracia de Dios.

Espero que estas breves reflexiones puedan aportar un granito de arena para la construcción y logro de su beatificación.

 

Jorge Humberto Dueñas Sevilla

Guadalajara, Jalisco, México.
 

Categorías: Kausari buruzko albisteak.