Arizmendiarrieta

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Mesa Redonda en torno a Dn. José María Arizmendiarrieta. 28 Noviembre 2012 (Dn. Juan María Uriarte)

Jaun andreok
Etxean aurkitzen naz Markinan on Jose Mariaren adiskide, zale ta mires-leen artean.Zuekin solazaldi bat eukiteko gogotan etorri nai.

Son muchas las dimensiones de la rica personalidad de D. José Mª. En esta sala hay muchos que le conocieron de manera más fina y exhaustiva que yo. En este anochecer me propongo destacar sobre todo una de esas dimensiones. La considero clave para conocer el motivo más profundo de su ser y de su quehacer: su recia espiritualidad. Procuraré acercarme a ella a través de un recorrido por varias etapas.

En una primera etapa intentaré identificar en D. José Mª los componentes de su condición de líder y descubriré el factor religioso como un elemento esencial de su concreto liderazgo. En un segundo momento recogeré algunos rasgos de su personalidad y su historia religiosa que fueron gestando este liderazgo. En un tercer paso explicaré mi convicción de que D. José Mª merece ser reconocido públicamente por la Iglesia no solo por su trayectoria espiritual, sino porque su vida y su obra son reflejo de un tipo de radicalidad evangélica que es modélica para los creyentes de hoy y saludable para nuestra actual sociedad.


I. EL LIDERAZGO DE D. JOSÉ Mª

La psicosociología ha dejado bien claro que un líder no es un extraterres-tre atípico de una pasta diferente a la nuestra. Un líder es un ser humano que ha visto algo con mayor claridad e intensidad que la gran mayoría, tiene fuerza para convocar a un grupo al que transmite su intuición y aglutina junto a sí, y tesón para perseverar en el empeño a pesar de las dificultades.

He aquí el primer rasgo. Pero el rasgo recién señalado está precedido de este otro: en su historia anterior se ha impregnado de una serie de valores que van a dar a su obra posterior un estilo y un perfil característicos. Este sería el segundo rasgo que debe reseñarse. Valores y carácter necesitan, para forjar un líder, unos ideales que los activan y generan en el sujeto una pasión que unifica sus energías. Este tercer paso es capital. Tras él vendrá el descubrimiento de una necesidad sufrida por muchos que añoran pasivamente la cobertura de esta necesidad. Este será el cuarto rasgo. El líder se moviliza para dar respuesta a esta necesidad y se dedica a preparar al grupo de sus más estrechos colaboradores. Es el quinto rasgo. Formado el grupo, la intuición inicial se desarrolla, se convierte en proyecto, toma cuerpo. Este es el sexto rasgo. A partir de este momento el líder vela por que el proyecto ya encarnado no se duerma, no se instale en la repetición, sino que se renueve, se perfeccione, haga frente a nuevas circunstancias. Este sería el último rasgo del líder.

Quienes conocisteis y tratasteis a D. José Mª podréis identificar y concre-tar mucho mejor que yo todos estos rasgos en él. Pudisteis comprobar en él su capacidad de ver la realidad humana y social del Arrasate de su tiempo y su fuerza para convocaros a la obra de su transformación (primer rasgo). La historia de su vida ha dejado patente que en el seno de su familia se impregnó de los valores del trabajo, de la constancia, del sentido práctico, de la austeridad, del ahorro (segundo rasgo). El Seminario de la preguerra que él vivió combinó magníficamente –como veremos más detalladamente en el punto siguiente- dos movimientos: uno hacia el interior, hacia el cultivo del sentido de Dios, de la identificación con la figura de Jesucristo; el otro, hacia el exterior: la preocupación por la cultura (José Miguel de Barandiarán) el Tercer Mundo (Ángel Sagarminaga) por la justicia social (Gregorio Yurre). Estas dos líneas de fuerza dieron en la diana de D. José Mª y alentaron definitivamente sus ideales (tercer rasgo). Con este bagaje bien interiorizado Arizmendiarrieta se encuentra con la penosa situación socioeconómica del Arrasate de la inmediata postguerra y madura en su interior la decisión de dedicarse, desde su conciencia cristiana y sa-cerdotal, a su transformación (cuarto rasgo). Entre los jóvenes a los que dedica largas horas de apostolado crea un grupo que sintoniza con sus in-quietudes e intuiciones y les prepara para secundarle (quinto rasgo). En el trabajo común nace el proyecto y sus primeras realizaciones (sexto rasgo). Sus colaboradores saben muy bien la fuerza propulsora de D. José Mª que no se conforma nunca del todo con lo logrado “Siempre hay que dar un paso más” es una de sus afirmaciones preferidas.

 


II. LA MÍSTICA DE D. JOSÉ Mª

Los rasgos arriba apuntados son en buena parte fases de la vida de D. José Mª y momentos estructuradores de su liderazgo. Quiero destacar una de estas fases o momentos por dos razones. La primera, porque me parece decisiva. La segunda, porque es “la faceta menos conocida” (Ormaetxea). Si ella no le hubiera tallado, D. José Mª hubiera sido sacerdote ejemplar, piadoso, apostólico, amigo de los pobres, educador de los jóvenes. Todo esto, (que es mucho), pero probablemente solo esto.

El Seminario de la preguerra de Vitoria le modeló. Influido por la Escuela francesa de Espiritualidad sacerdotal vigente en el Seminario, y preparado sin duda por la piedad de su familia y de su Barinaga natal, Arizmendiarrieta fue impregnado “hasta los bronquios” por el sentido profundo de Dios Padre y por su identificación con Jesucristo de quien quería ser reflejo en su ministerio y en su vida entera. “Necesito hacerme más hombre de Dios. Es a Dios a quien tengo que dar a los hombres por encima de todo. Y para poder dar a Dios debo saturarme de Jesucristo” (Reflexiones espirituales, nº 65). “Dios debe ser el centro de mi vida como hombre, como cristiano, como sacerdote” (nº 114). “Trato íntimo con Cristo, sobre todo a través de la lectura del Evangelio” (nº 357). “La razón de ser de  mi actividad es el sacerdocio” (nº 445).

El segundo vector formativo que modeló a D. José Mª fue la extraordinaria apertura de aquel Seminario a la variada problemática humana de su tiempo. Vitoria en aquel tiempo profesó “avant la lèttre” un modelo de evangelización y de actividad sacerdotal que sintetizaba la promoción humana y el anuncio de la fe que teóricamente eran considerados como niveles diferentes. La promoción humana era considerada a lo sumo como “preevangelización”. El Magisterio de la Iglesia y la teología no habían asumido que la promoción humana era parte integrante de la evangelización y, por tanto, tarea de la Iglesia y del sacerdote. Dentro de esta problemática, la Doctrina Social de la Iglesia seduce al joven seminarista marquinés. A fines de siglo el papa León XIII había publicado la encíclica social “Rerum Novarum”, que tuvo una resonancia inaudita más allá del mundo católico. El año 1931, Pío XI dio a conocer una nueva encíclica social titulada “Quadragesimo anno”. En ella se señalaban como metas a las que habría que aspirar la justicia social, la participación de los trabajadores en la gestión, en los resultados económicos y en la propiedad de los medios de producción. D. José Mª interioriza en Vitoria estos criterios pontificios. En torno a estos dos documentos se va elaborando en la Iglesia un rico pensamiento social cristiano que él asimila mediante lecturas como las de E. Mounier y Jacques Maritain. Acoge con gran alegría y asimila asimismo las encíclicas “Mater et Magistra” publicada en el año 1961 y “Pacem in Terris” de Juan XXIII el año 1963. En contacto con todos estos textos y en plena fase creativa, se torna incontenible en este hombre de una pieza el proyecto de plasmar en la empresa los criterios de la Doctrina Social de la Iglesia. A ello dedicará gran parte de sus energías, sin olvidar por ello en absoluto sus responsabilidades de coadjutor de la parroquia de S. Juan Bautista de Arrasate en la cual permanecerá durante casi 36 años, fiel a la Eucaristía diaria, al confesionario, a la dirección espiritual, a la predicación, a los Retiros espirituales, a la atención a los necesidades espirituales y materiales de los feligreses, entregado a su oración diaria y a una vida modesta y sobria en extremo.

Me atrevo a afirmar que sin este aliento espiritual y este impulso social MCC no sería lo que es. El líder necesita una “mística” que inspire sus pro-yectos y le sostenga en sus realizaciones. La mística de D. José Mª se ali-mentó principalmente de esta doble y única fuente. Es de justicia recono-cerlo, seamos o no creyentes. Es verdad. Y una verdad es más respetable que todo un alcalde de Londres. Alguna mística necesitarán los hombres y mujeres responsables de MCC para, siendo fieles a las intuiciones humanistas de su Fundador, actualizarlas en fórmulas cooperativas que sean adaptación (no acomodación) a las actuales circunstancias y, allí donde no sea posible aplicar el modelo cooperativo, alumbrar fórmulas nuevas y originales de organización y funcionamiento que recojan el espíritu de aquél a quien los abnegados promotores inmediatos de su canonización llamáis “Apóstol de la Cooperación”. Me consta que este espíritu está vivo y activo. A D. José Mª se lo llevó la muerte a los 61 años. Pero él está vivo en el seno de Dios y en todos aquellos que queréis seguir plasmando su espíritu en el mundo socioeconómico.

 

III. EL PROCESO DE CANONIZACIÓN DE D. JOSÉ MARÍA

Es seguro que si D. José Mª hubiera conocido que algunos pensaran solicitar y promover su canonización les hubiera “parado los pies en seco” con mano firme. Es lo que sucede con todos los auténticos santos que viven el Evangelio a fondo. Ninguno de ellos se cree santo. Y si alguno aspira al honor de los altares y yo fuera Papa no lo canonizaría por orgulloso y ambicioso.

Personalmente estimo que la canonización de D. José Mª es un gran bien. Con esta convicción inicié su proceso en mis días de obispo de San Sebastián. Estoy informado de que, al año de clausurarse la fase diocesana del proceso, la Sede Apostólica ha otorgado el “Decreto de Validez”. Un Relator tiene ahora que ir elaborando un detallado trabajo sobre las virtudes de D. José Mª. Este trabajo será sometido a la Congregación Romana para las Causas de los Santos quien, tras minucioso análisis y maduras deliberaciones, expondrá al Papa su dictamen previo a la decisión papal.

a) La canonización de D. José Mª sería un gran bien porque pondría de relieve ante todo el mundo un modelo que dedicó su vida a humanizar la empresa, su aliento participativo y solidario con un espíritu y un modelo que se han revelado económicamente sostenibles y generadores de satisfacción de las personas en el trabajo. Tal testimonio es tanto más necesario cuanto mayor se ha tornado la competitividad feroz, el ansia desbordada del máximo beneficio y la exclusión de tantas personas de sus puestos de trabajo en tiempos de crisis.

b) La canonización de D. José Mª haría más tangible la importante aportación de la Doctrina Social de la Iglesia al desarrollo sostenible y a la implicación y participación de los trabajadores, motivadora de su satisfacción personal. Esta Doctrina y el pensamiento social cristiano que se desarrolla en torno a ella es hoy muy valorada por eximios personajes del mundo económico que registran en tal pensamiento unos resortes para que la vida de la economía no degenere en frío y duro economicismo. Un santo preocupado por la suerte de las finanzas para que no devoren al hombre ni destruyan el tejido social es un modelo actual, próximo a las preocupaciones de la gente más honesta y más preocupada por el futuro.

c) La canonización de D. José Mª podría suponer, en fin, un aviso para nuestro pueblo sumido en un profundo cambio cultural que comporta un distanciamiento creciente de la fe cristiana y de la comunidad ecle-sial. A los creyentes nos preocupa este fenómeno en sí mismo y en sus consecuencias humanas. A todos debe preocupar que el humanismo coherente con el Evangelio se vaya diluyendo y vaya empobreciendo por dentro a los hijos e hijas de este pueblo, confinándoles en el producir y consumir, haciéndoles más propensos al tener que el ser, amortiguando las aspiraciones a la solidaridad, haciéndoles ricos en medios pero pobres en motivos para vivir, asfixiando su tendencia a la búsqueda de un sentido global para la vida y la muerte y cerrando la puerta hacia la Trascendencia. La vida y el testimonio de D. José Mª son un aviso contra esta deshumanización. El que su figura adquiera un nivel notablemente mayor de publicidad eclesial y cívica intensifica la fuerza de su testimonio.

Termino con una anécdota de lo que, si no me equivoco, soy el único testigo entre los presentes. Como sabéis, el Cardenal Martino, entonces Prefecto del Pontificio Consejo de “Justicia y Paz” y coordinador del “Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia” publicado en el año 2005, visitó Mondragón. Al final de su visita hizo ante mí a su Secretario la siguiente confesión: “Hemos realizado esta visita al final de la elaboración del ‘Compendio’; deberíamos haberla hecho al principio”.

Eskerrik asko zuen arrete, eraopen eta sentibentasunagaitik. Zuen alboan gustora aurkitu naz.


+ Juan María Uriarte
Obispo Emérito de San Sebastián
 

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