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Dió sentido a nuestras vidas (Juan Carlos Mujika. Grupo Noticias)

Estas palabras de Xabier Retegi recogidas en múltiples entrevistas reflejan muy bien lo que Arizmendiarrieta supuso para la vida de muchas personas implicadas en los comienzos del cooperativismo.

Arizmendiarrieta Kristau Fundazioa está llevando a cabo la creación de un fondo documental que quiere recoger los testimonios de aquellas personas que tuvieron relación con Don José María y participaron en los comienzos del movimiento cooperativo en Euskadi.

Son múltiples las facetas que van surgiendo en estas conversaciones, pero en este caso, quiero centrarme en un aspecto que me parece vital para entender la dimensión del trabajo llevado por Arizmendiarrieta.

Analizar el trabajo llevado por Don José María tiene el riesgo de la simplificación. Pensar que su aportación se limita a una mejora de la organización del trabajo o a un avance de la visión empresarial es quedarse cortos. Siendo esto así, hay que decir que esta percepción queda totalmente superada por la realidad. La primera conclusión que sacamos de las entrevistas efectuadas es que el mensaje de Arizmendiarrieta es mucho más profundo porque su filosofía es antropocéntrica, va a la esencia de las personas, y a la vez, global, porque su proyecto engloba una nueva estructuración de la sociedad, mucho más justa.

Decía Alfonso Gorroñogoitia que en aquella época «para nosotros el taller era trabajar, producir y vender». Ahí se acababa el panorama del trabajo de miles de trabajadores de aquella época. Frente a esta visión tan extendida Don José María les abre un nuevo horizonte, les propone «transformar la empresa para transformar la sociedad». Este nuevo enfoque cambió toda su perspectiva del trabajo, les hizo descubrir que toda su aportación servía para mejorar las condiciones de vida del entorno en que se movían.

Con la guerra del 36 reciente, en una época de resentimientos populares y con empresas capitalistas, Arizmendiarrieta propone que los trabajadores participen en la gestión de la empresa, frente a la clásica confrontación entre obreros y patrones. Tenía claro que la dignidad de la persona conlleva no solo el derecho al trabajo sino su contribución directa a una mejor organización de la empresa y de la sociedad. Se daba la paradoja de que ejercían la democracia en la empresa cuando fuera no la había.

La máxima de «el saber os hará libres» era una constante en Don José María. Este interés en desarrollar a las personas conecta con la necesidad de desarrollar una herramienta clave en todo este proceso: la formación. Era tal la importancia que le daba a este factor, que incluso algunos cooperativistas, en un momento de su carrera profesional, llegaron a cambiar de trabajo, ganando menos, para aprender más. En definitiva, sacar lo mejor de cada uno para hacerle sentir alguien, no algo.

La aportación de cada trabajador no se agotaba en los resultados de la empresa, se ampliaba a otros aspectos de la vida como la lucha por mejorar las condiciones de vivienda, el medio ambiente, la educación, el papel de los jubilados, etc. En definitiva, la cooperativa era la herramienta para mejorar la sociedad, la justicia, el respeto por todas las personas.

Este espíritu de generosidad también lo vivieron cuando algunos de ellos fueron requeridos a tener responsabilidades políticas, sin dejar de trabajar, claro. Lo fácil era decir que no, que ya tenían suficiente, pero había que sacar el País adelante y la retirada no entraba en el espíritu de estos luchadores que hacían realidad el principio de «el bien común por encima de los intereses particulares».

La generosidad que inculcó Arizmendiarrieta a todos estos primeros cooperativistas ha ido acompañada de otra cualidad que me gustaría resaltar: la sencillez. Nuestros referentes son personas campechanas, no necesitan vivir en Londres o París, sus viviendas están en la sexta o séptima planta de cualquier calle, de cualquier pueblo; saludan a sus vecinos, son uno más, pero se ve que sienten el orgullo de haber aportado lo mejor de su vida, a la mejor causa; no lo dicen, pero no pueden negarlo y se les nota.

En ocasiones les hemos preguntado qué es lo que les motivaba, lo que les empujaba a ser generosos, a comprometerse de esta manera, y la respuesta habitual era clara: «La sonrisa de Don José María que te daba calor y te atraía, ese estar a tu lado y su capacidad de transmitir cariño, clásica de un líder cercano». Está dicho todo.

 

Juan Carlos Mujika (Miembro de la Fundación Arizmendiarrieta)

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