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Arizmendiarrieta, Causa de Canonización

El 29 de noviembre se cumplieron 34 años que se nos fue D. José María Arizmendiarrieta. Su ausencia nos dejó huérfanos de su magisterio pero permanecen sus principios. Su figura trasciende a través de las realizaciones que generó y su imagen ha quedado vinculada a su obra.

Se conocen los resultados, se ha ensalzado su faceta promotora, pero se desconocen las motivaciones de su obra.
El sentimiento religioso le llevó a abrazar su vocación sacerdotal, que orientó hacia la “cuestión social”, inspirándose en los principios humanistas de la Iglesia y de los autores cristianos más avanzados.
La coherencia entre ideas y realizaciones fue total; desde sus principios religiosos, analizaba la realidad social e ideaba originales propuestas. La aplicación de las ideas, a su vez, sustentaba y reforzaba sus convicciones profundas.

Como una planta no tiene vida sin sus raíces, tampoco se puede entender la obra de Arizmendiarrieta sin su dimensión espiritual. La fe y el sentido religioso fueron las fuentes de las que nutría su preclara inteligencia, su férrea voluntad y el amor a los demás. 

Tras su falta, empezaron las propuestas de canonización. Existía la convicción de la santidad de su vida. Estas propuestas se mantienen en el tiempo hasta que, tras veinticinco años, sus directos colaboradores decidieron realizar una encuesta entre personas significativas.

La convicción unánime de la santidad se diversificaba ante la oportunidad de iniciar un proceso largo, desconocido y difícil. ¿Merecía la pena todo ese esfuerzo? ¿Arizmendiarrieta estaría de acuerdo en que se ensalzara su figura? La gran mayoría de los encuestados entendieron necesario promover la causa de la santidad de Arizmendiarrieta y animaron a empezar con la tarea.

Planteada la iniciativa al obispado, se recibe su apoyo comprometido y su colaboración. A su instancia, se obtiene la autorización del Vaticano y se comienza a preparar la documentación prescrita. Entre otras valoraciones a recopilar se sumaron los testimonios de 37 personas que le conocieron.

El trabajo de preparar la causa ha sido intenso. D. José María dejó una amplia documentación de notas, escritos y fichas, que contienen los más íntimos anhelos y reflexiones que guiaron su trabajo, en los que plasma su  identidad espiritual.

Con esta información se culminaba la Encuesta Diocesana, el 6 de mayo del 2009, en un acto en la Catedral del Buen Pastor. Se había realizado  un trabajo de revisión, análisis de coherencia y solidez de las pruebas, que concluye ese día, validando el proceso y enviando toda la documentación al Vaticano.

 

Recibida la documentación en la Congregación para las Causas de los Santos, se procede a analizar la solidez y plenitud de la documentación, que culmina con el otorgamiento del “decreto de validez”, el 20 de mayo de 2010. Con esa aceptación se abre el camino para el nombramiento del Relator, la elaboración de un resumen de su vida y virtudes y el análisis teológico de la Causa.

La incoación del expediente de santidad tiene un doble significado: para mayor gloria de Dios y como ejemplo de una vida cristiana. Al agradecimiento a Dios, por esa persona excepcional, se une el ejemplo de una vida y el recuerdo de su pensamiento, como modelos para la sociedad actual.

El magisterio de Arizmendiarrieta fue intenso en vida pero no acaba con su ausencia. Los principios que sustentaron su actuación, pueden ser muy válidas para enfocar los problemas actuales.

La socialización de la educación, la creación de actividad económica, la humanización de las estructuras empresariales, el fomento de espacios comunitarios y un largo listado de aspectos, continúan hoy vigentes con distintos perfiles de entonces.

La confianza en la persona, capaz de alentar sentimientos nobles que trascienden los instintos primarios, dispuestos a comprometerse en soluciones comunitarias, es la base de partida.
Tenemos que aprender de las motivaciones de Arizmendiarrieta, para abrir espacios de cooperación en este entramado de despiadada competitividad, para que la humanidad funcione con conceptos de “comunidad”.

Aprendamos de sus bases espirituales y apliquémoslas con imaginación, a los problemas actuales. Hagamos vigente su magisterio, con nuestro esfuerzo y trabajo. Será nuestra mejor forma de honrar su memoria.

 

JAVIER RETEGI

 

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