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sep 28

La Caridad en Dn. José María, fuerza impulsora para la Cooperación

LA CARIDAD EN D. JOSÉ Mª FUERZA IMPULSORA PARA LA COOPERACIÓN

Benedicto XVI, en su encíclica “Caritas in Veritate” dice: “La caridad es la vía maestra de la doctrina social de la Iglesia. Todas las responsabilidades y compromisos trazados por esta doctrina provienen de la caridad… Ella da verdadera sustancia a la relación personal con Dios y con el prójimo; no es sólo el principio de las micro-relaciones, como en las amistades, la familia, el pequeño grupo, sino también de las macro-relaciones, como las relaciones sociales, económicas y políticas” (2)
Siendo esto así, me ha parecido importante el aproximarme al hombre cristiano que fue D. José Mª y mostrar el bagaje espiritual que enriqueció la persona de D. José Mª y constituyó la fuerza motriz para su acción apostólica, en la que la COOPERACIÓN es una realidad fundamental. Cooperación primero en sentido amplio, que es la perspectiva en la que yo me voy a mover, dentro de la cual entra naturalmente la cooperación empresarial.

UNA VISITA DE VIENA
Verano de 1971. Estaba yo en nuestro convento de Salamanca, cuando recibí la visita de dos jóvenes amigos de nuestra parroquia de Viena, estudiantes de económicas. Venían haciendo turismo. Lógicamente les hice de cicerone en la hermosa ciudad del Tormes. Tuvimos tiempo para hablar de muchos temas, y uno de ellos fue el de la economía por estos lares. Yo les mencioné el movimiento cooperativista de Mondragón, pues aunque su  inicio y desarrollo de unos 15 años habían tenido lugar estando yo prácticamente lejos de Mondragón, estaba bastante bien informado por un familiar que había pertenecido a la juventud de acción católica dirigida por D. José María, y era, como muchos, un gran admirador suyo. Cuando les hablaba de la filosofía del cooperativismo de Mondragón, de su estructura democrática, de la diferencia del coeficiente salarial y de otros temas relacionados con el movimiento, les veía un tanto incrédulos, pensando quizá que lo que les contaba era reflejo de  sentimientos chauvinistas por mi parte. No eran pocos los extranjeros de aquel tiempo que pensaban que África comenzaba en los Pirineos. “¿Y eso se da aquí?...” preguntaban. “¿Queréis verlo?” les respondí. “Sería para nosotros muy interesante” me contestaron. Casualmente yo salía al día siguiente de vacaciones para Mondragón. Les invité a venir conmigo. Y ya en Mondragón, solicité a D. José Mª una entrevista, a lo que accedió gustoso.
Han transcurrido ya 40 años desde aquella entrevista. En ella, D. José Mª fue explicando a aquellos dos jóvenes vieneses sus convicciones fundamentales desde su filosofía del hombre y de la humanización del trabajo. Les habló sobre el capital al servicio del trabajo, sobre la figura del trabajador-empresario, sobre el modelo de gestión participativa, sobre la financiación, la democracia cooperativa… Se percibía en la conversación su visión de la “tercera vía”, más allá de los colectivismos y del liberalismo. Y en todo ello se reflejaba con fuerza una filosofía personalista, que D. José Mª había ido asimilando en los estudios de filosofía, pero también después en su estudio personal del pensamiento de filósofos como Mounier y Maritain. Recuerdo también que D. José Mª les hablaba de la importancia de la formación, lo mismo que de la investigación en la propia empresa y también de la influencia del progreso técnico en la psicología del trabajador. A este respecto les comentaba cómo en algunos países nórdicos (Suecia, Noruega) estaban turnando de puestos de trabajo, de tiempo en tiempo, a los operarios que trabajaban con máquinas, como lo habían hecho antes con los administrativos.
Cuando salimos, exclamaron ambos: “¡chapó! Es un fenómeno. Tiene una perspectiva de muchos años de adelanto”.
Desde que tuve uso de razón, D. José Mª Arizmendiarrieta perteneció a mi entorno relacional y tuvo mucha importancia en mi vida, pues desde los seis años, con los que hice la 1ª comunión, me solía confesar con él. Desde aquellas primeras experiencias, yo lo catalogaría como uno de los curas bondadosos que había en la parroquia, pero poco más, porque a los 11 años ingresé en el seminario trinitario de Algorta-Getxo.
Hoy conozco mejor a D. José Mª, gracias, sobre todo, al estudio de Joxe Azurmendi “El hombre cooperativo” y a la biografía de Fernando Molina. Desde ese conocimiento quiero intentar una aproximación a ese hombre cristiano y sacerdote que fue D. José María, dejando de lado, por falta de tiempo, el proceso existencial que fue fraguando su rica personalidad, tanto en su infancia, como en los años de seminario, o en la guerra, o en los casi dos años de postguerra, hasta su ordenación sacerdotal. 

PERFIL CRISTIANO DE D. JOSÉ Mª

En la confluencia de valores naturales heredados o recibidos por genética, impacto o empatía ambiental y de valores recibidos por la educación, estudio y dirección espiritual, asimilados y hechos propios por la persona de José Mª en colaboración con la gracia divina, éste fue construyendo su estructura espiritual, que
aun a sabiendas que quedará empobrecida, dada la riqueza de valores de que gozaba, me atrevo a esbozar así:

1.-  HOMBRE DE FE ACTIVA

Benedicto XVI nos recuerda que el evangelio es “buena noticia” para la vida: por ello “no es solamente una comunicación de cosas que se pueden saber, sino una comunicación que comporta hechos y cambia la vida”. La fe que D. José María tenia en Jesucristo y en su evangelio no es una fe que se conforma con ser ortodoxa, actitud bastante fuerte hoy en algunos estamentos de la Iglesia, sino es una fe que se traduce y desarrolla con fuerza en la ortopraxis, basada en la realidad de que Dios es el primero que ha actuado a favor de nuestra salvación. Desde su actuación liberadora, D. José Mª amó con todo el corazón a Dios e igualmente a sus hermanos los hombres, mandamientos unidos y valorados de la misma manera por Jesús. Es una ortopraxis que se enraíza en la fe, o sea, en la aceptación consciente y agradecida de lo que Dios es para nosotros en Cristo Jesús, y lo que el mismo Jesucristo significa para nosotros. D. José Mª tenía muy claro que, como sacerdote, tenía que transmitir a los hombres todo el amor con que Dios ha amado al mundo.
Con frecuencia se queja de la inoperancia de los cristianos, queja que en ocasiones dirige también a la Iglesia jerárquica. Se lamenta de que los cristianos no hayan sabido crear ningún orden social conforme a sus doctrinas. Podría decirse que ni siquiera se ha realizado un intento serio para hacerlo. Los cristianos poseen buena doctrina y mala praxis, o mejor, ninguna praxis. (Azurmendi, 88)
“Lo único imperdonable para los que nos apellidamos católicos es, tal vez, el conservadurismo y la inacción” (Ibid., 90)
“La doctrina es para practicarla y vivirla. No hay un fracaso de la doctrina, sino el fracaso de su aplicación” (Ibid., 86 s.)

2.- TESTIGO DE UNA FE PORTADORA DE ESPERANZA

D. José Mª no escribió mucho, que yo sepa, sobre la esperanza. Pero su vida, cargada de dinamismo transformador, de utopía positiva, de constancia infatigable por una sociedad mejor, su esperanza de un orden nuevo, es un alibí de su vivencia de la esperanza cristiana, que, por otra parte, siempre va unida a la fe y a la caridad.
En el Elkarte Eguna de 1974 tuvo un recuerdo especial para quienes “la vivencia de la trascendencia no atenúa la sustantividad e interés de lo tangible, visible, temporal, y por ello la apelación y el cultivo de otras energías procedentes o anidadas en los repliegues más profundos del espíritu humano, la fe, la esperanza, como también la caridad, interpretadas en su sentido más teológico, se complementan o se armonizan con todos los compromisos más circunstanciales o temporales” (Azur. 97 s.)
Es impresionante el mensaje, que en los últimos momentos de su vida, cuando ya ésta se le iba, pudo escribir:
“Aurrera egiteko, aldakuntza
estua zabaltzeko, biotzez zabaldu
lurraldeak nasaitzeko, gizabideak ugaritu”
“Para avanzar, transformarse
Para abrir lo estrecho, abrirlo con el corazón
Para ensanchar las tierras, aumentar la convivencia”.

3.- TESTIGO DE UNA ESPERANZA UNIDA A LA JUSTICIA Y A LA CARIDAD

El nuevo orden que buscaba D. José Mª debía estar cimentado en la justicia. Joxe Azurmendi señala que en el pensamiento de D. José Mª se da un cambio notable cuando el lugar preeminente que en los primeros escritos ocupaba la verdad, viene a ocuparlo, ya desde 1945, la justicia “para la instauración de un nuevo orden social” (822)
Pero no una justicia cualquiera. “La única fuerza que por encima de todo puede hacer querer y respetar el orden es el amor mutuo. Ese amor efectivo, amplio y generoso solamente puede brotar de una concepción religiosa cristiana, que abarca a todos como hijos de Dios y los une en el destino común de la presente y futura vida. La justicia necesita del complemento, de la superación del amor, de la caridad cristiana” (Az. 98)
Y en línea con la “Quadragesimo Anno” escribe que “sin el clima de la caridad, la justicia será incapaz de asegurar la verdadera paz social y el bienestar general” (98).
Joxe Azurmendi recoge así dos textos de D. José Mª: “Muchas veces se ha entendido la caridad como un “repuesto” de la justicia (más bien de la falta de justicia), resultando insultante para los caritativamente atendidos. La caridad, en tal sentido, no puede ser sino vanidad o hipocresía, y no lo que debe ser, “complemento de la justicia”. Quien no lo siente y no lo practica así puede ser considerado traficante de sentimientos que el hombre no tiene en venta”. (97)

4.- DEFENSOR DE LOS POBRES
Objetivo primero de este compromiso teologal son los pobres. Hablando de la apostasía de las masas obreras, dice que el problema es grave, entre otras razones, porque la misión de la Iglesia es predicar el Evangelio a los pobres, y son precisamente los pobres, los que “dejan la Iglesia porque se sienten desamparados de quienes la representamos; dejan la Iglesia y abandonan la fe porque no encuentran en nosotros solución para sus  problemas agobiantes de la vida” (Azur. 86).
Sobre este tema tiene afirmaciones muy duras como la siguiente que Joxe Azurmendi recoge así: “El alejamiento de la Iglesia y la enemiga contra los cristianos no son debidos a la doctrina misma del evangelio o de los Papas: por el contrario, estas siguen siendo consideradas por los trabajadores como doctrinas hermosas y justas; el alejamiento y, a veces, el odio provienen de la contradicción en que incurren los cristianos, cuando por una parte, hacen profesión pública de aquellas doctrinas y, por otra, en su vida social, moral y económica prescinden enteramente de aquellas y organizan un mundo al margen totalmente de lo que dicen profesar”.(Azur.,86)
D. José Mª, que tan fuertemente sintió la necesidad e importancia de la caridad hacia los pobres, no parece estuviera muy inclinado a la caridad de beneficencia o asistencial. Su filosofía tiende a organizar acciones y realizaciones de mayor envergadura, que vayan a la raíz de los problemas, para que surja un orden nuevo en el que los trabajadores vean reconocida su dignidad y sean copartícipes en el mundo laboral. Eso lo intentó en vano en la Unión Cerrajera, y eso le llevó paulatinamente a inspirar y conducir el experimento cooperativo de Arrasate.
Solía repetir mucho el proverbio chino: “es mejor enseñarle  a pescar al pobre, que darle unos peces”.

5.- APÓSTOL DE UNA SALVACIÓN INTEGRAL

Con frecuencia, hemos separado los cristianos lo natural de lo sobrenatural, lo material de lo espiritual, la tierra del cielo, el cuerpo del alma, descuidando la primera parte de las disyuntivas. Se comprende por ello la afirmación de Karl Marx: “La religión es el opio de los pueblos”. La salvación que Dios ha realizado en Cristo es una salvación integral, es decir, de cuerpo y alma, de tierra y cielo, etc. D. José Mª fue un apóstol de esta salvación integral. Ante el grave problema de la apostasía de las masas obreras, exclama: “¿Es que el Evangelio, mensaje de vida, no nos enseña nada más que vivir de rodillas; es que el Evangelio, el código perfecto de justicia y caridad, no nos enseña nada más que vivir para el cielo, sin que aquí en la tierra, el reino de Dios, el reino de los cielos, tenga ninguna proyección?” (Azurmendi, 86)


6.- UN HOMBRE LIBRE

D. José Mª, que ha escrito mucho sobre la libertad en sus diversas facetas: en relación al progreso, a la cultura, a la solidaridad, a la disciplina, a la austeridad, a la cooperación…, él mismo es un hombre libre, que no se deja doblegar por dificultades y problemas que se le presentan, que no fueron pocos. Es muy ilustrativa a este respecto la carta que escribe renunciando a su cargo de asesor religioso sindical, en la que entre otras cosas dice: “ya sé a qué me expongo de extremar un poco esta mi postura, pero prefiero correr todos los riesgos con tal de poder salvar mi fidelidad a la conciencia y a mi misión de sacerdote; nunca he capitulado ante los riesgos porque tampoco nunca he buscado ninguna ventaja para mi persona. Al hacerme sacerdote tuve la dicha de abrazar una vida consagrada completamente a un ideal y quiero vivirla sin más consideraciones. Otra cosa: no se puede servir a dos señores e incluso en igualdad de condiciones de la bondad de las causas prefiero servir a los más necesitados y más humildes y a la vista de ciertas cosas no me caben dudas en la perspectiva actual” (Azur. 190).

 

7.- UN HOMBRE DE DESINTERÉS Y DESAPEGO PROPIOS

O de espíritu de desprendimiento, que en el lenguaje de su Director Aldabalde, recibía el nombre de impersonalización, y en el que éste tanto insistía. “Las obras de Dios han de estar impersonalizadas” decía; “trabajar en las obras de Dios y luego desaparecer, impersonalizarse” (Molina 182)
Evidentemente, D. José María fue un alumno aventajado en la doctrina de su Director, doctrina, por otra parte, eminentemente evangélica. Tuvo que luchar denodadamente, sin duda, contra la pasión que él reconoce en sí como dominante, la soberbia. Algunas de sus actuaciones fuertes o intemperantes, además de deberse a su carácter inflexible, sobre todo, a la hora de defender la honorabilidad de su obra y persona, pueda remitir en opinión de uno de los sacerdotes que mejor le conocieron a “algún tipo de soberbia interior muy sutil”.
Pero, como muchos, de los que le conocieron bien, testimonian, D. José Mª fue un hombre humilde, amigo de trabajar en la sombra, que huía del protagonismo y de colgarse méritos personales. “Su labor diaria –escribe su biógrafo- se funda en un ejercicio de renuncia al homenaje, a la sumisión, a la deferencia, al agradecimiento, al discreto encanto del poder” (Mol. 360)
“Nunca he buscado ninguna ventaja para mi persona” (carta de renuncia).
Intentó evitar la condecoración con la Encomienda de la Orden Civil de Alfonso X el sabio. Y en sus respuestas a las felicitaciones que recibió insistía en quitarse cualquier mérito. Así escribe a la Casa de ejercicios de Loyola: el galardón “se ha debido a que
Oficialmente se han contabilizado a mi nombre los merecimientos de otros muchos, que me preceden en méritos por lo mismo que es anónima su situación”.

8.- PERTRECHADO CON ESPÍRITU DE SACRIFICIO Y DE SERVICIO

El Director Espiritual Aldabalde les exhortaba con el ejemplo de Jesús. “Toda la vida de Jesús en la tierra no fue sino un acto ininterrumpido de donación (…) No somos sacerdotes para nosotros. ¿Para qué sirve el sacerdote que no se gasta?”
D. José Mª, siempre dócil a los consejos de su querido Director Espiritual, se esmeró en vivir este espíritu de sacrificio y servicio. Y a fe que lo consiguió en grado elevado. Siempre fiel a las obligaciones de la parroquia, se entregó en cuerpo y alma a la pastoral juvenil, en la acción católica, en la educación de los jóvenes, en su promoción humana y cristiana, en innumerables charlas de formación y de apostolado social, publicación de hojas y boletines, en distintas obras sociales como sanidad, construcción de viviendas, cultura… y finalmente , ante la imposibilidad de conseguir nada de sus ideales en pro de la dignificación del obrero en la Unión Cerrajera, su entrega diaria tomando toda clase de iniciativas y pasos, juntamente con sus discípulos colaboradores, hasta la realización de la enorme obra social de cooperación: las cooperativas de Mondragón con su desarrollo posterior y la creación de Caja Laboral.

9.- HOMBRE AUSTERO

D. José Mª está manifestando algo que lo vive intensamente, cuando escribe: “No se puede acercar al campo social sin un gran desprendimiento de bienes materiales, pero tampoco se puede hacer nada eficaz… sin un casi absoluto desprendimiento espiritual. Y explica: Entendemos aquí por desprendimiento espiritual la despreocupación y la renuncia de todas aquellas ideas y sentimientos que no sean pura y exclusivamente evangélicos”.
Y en el catálogo de virtudes que establece D. José Mª para el sacerdote que quiera actuar en el medio obrero, junto a la libertad, el desinterés y el despego, el espíritu de sacrificio y de servicio, la caridad y la laboriosidad, señala también la austeridad.
Su inmenso trabajo sin contraprestaciones económicas, su medio de locomoción: la bicicleta, que tanto me llamaba la atención de niño, su actitud por él mismo confesada de no buscar ninguna ventaja para su persona… son rasgos elocuentes de su talante austero.

 

10.- DOS ÚLTIMOS VALORES
Podríamos terminar aquí nuestro retrato de D. José Mª. Pero, aunque el tiempo que se me ha asignado se va agotando, no me resisto a subrayar dos últimos valores, íntimamente unidos a la caridad, por su importancia y actualidad en los tiempos que estamos viviendo. Me refiero a su espíritu reconciliador y a su solidaridad.
Cuando D. José Luis Iñarra y D. José Mª llegaron a Mondragón (1941), estaban  muy recientes todavía las heridas producidas por la guerra civil, que tantos desastres causó en un bando y en otro. Uno de los sacerdotes a quien venían a suplir, D. Roberto Aguirre, a quien D. José Mª conoció en el seminario de Vitoria, había comenzado la tarea evangélica de la reconciliación en el pueblo. D. José Mª seguirá en esa misma línea. Uno de los objetivos que persigue en el Centro de la Acción Católica  es conseguir un “espíritu de hermanda y unión”, para que la paz sea efectiva en un orden nuevo. Primero, la unión de los obreros católicos… Luego, la unión de todos los trabajadores, y de todo el pueblo, patronos y obreros, disipando los odios y rencores que cubren los negros nubarrones del cielo mondragonés, presagiando nuevas tormentas.
D. José Mª, dirigiendo su acción social a todos los mondragoneses, sin excepción, contribuyó en gran manera a la reconciliación de los mondragoneses.
¡Qué mensaje tan actual para nosotros! Acabamos de recibir la esperada noticia del fin de ETA. Pero con ello no ha acabado nuestra tarea, cristiana, desde luego, pero también humana. La violencia de ETA y otras violencias han producido también entre nosotros profundas heridas, primero a las víctimas, a todas las víctimas, a las que habrá que resarcir, pero también en nuestras  familias y en toda la sociedad.
D. José Mª, desde su testimonio de reconciliación, nos muestra el camino que hemos de seguir, para que restañadas esas heridas, caminemos en pos de una sociedad reconciliada y pacífica, donde las diferencias y problemas sean tratados y superados por medio de un diálogo limpiamente democrático.
El segundo valor, el de la solidaridad, que D. José Mª vivió y propagó en clave de fraternidad cristiana, es también un valor, siempre necesario ciertamente si queremos construir un mundo nuevo, pero más si cabe en circunstancias difíciles o de crisis como la que estamos viviendo, siendo conscientes de que nuestra crisis es mínima si la comparamos con las crisis, muchas de ellas endémicas, que afectan a muchos países del mundo, incluso a continentes  casi enteros como África.
La solidaridad es un valor clave para el desarrollo cooperativista. Es frase de D. José Mª: “El elemento constante de la formulación cooperativa tanto teórica como práctica es la solidaridad”.
Y también “Quienes han aceptado con conciencia de solidaridad su integración en una plantilla cooperativa saben que solidaridad efectiva existe en la medida que sabe cada uno ceder de lo suyo en aras del bien común”.
Parece que nuestro cooperativismo se mantiene fiel a este mensaje de D. José Mª. Así se lo reconocen nuestros obispos cuando en la última carta pastoral que lleva por título “Una economía al servicio de las personas” escriben: “entre nosotros el modelo cooperativo ha mostrado que una participación de esta amplitud es capaz no sólo de crear riqueza, sino también de adaptarse a situaciones de crisis, asumiendo los sacrificios necesarios en remuneración y jornada laboral, y buscando la salvaguarda de los puestos de trabajo” (nº 20).
Pero, D. José Mª, como cristiano cualificado, y así lo deseamos que lo declare la Iglesia, es un profeta, un adelantado de la teología política o de la esperanza, como también, me atrevo a decir, de la teología de la liberación (sobre todo desde la praxis), que nos llama a todos, no sólo a los cooperativistas, a construir una familia humana sin excluídos de ninguna clase; a la puesta en práctica de la igualdad humana radical; a la búsqueda de la armonía con los demás, que expresa la dimensión social y entrelazada de toda vida humana (Cf. carta pastoral de los obispos de Euskalerria, nº 17).
“En un mundo cada vez más globalizado e interdependiente, se necesita con urgencia un crecimiento igualmente intenso en el plano ético-social, ‘para así evitar las nefastas consecuencias de una situación de injusticia de dimensiones planetarias, con repercusiones negativas incluso en los mismos países actualmente más favorecidos”(Ibid.). Creo sinceramente que el cooperativismo de Mondragón está pertrechado de valores ético-sociales que siempre habrá que revisar y potenciar, a fin de que pueda contribuir a la construcción de ese orden nuevo que D. José Mª soñó.

EPÍLOGO

Es evidente que la cooperación empresarial puede darse al margen de la concepción cristiana de la vida. Tengo entendido que D. José Mª estaba muy interesado por el socialismo autogestionario de Tito en la antigua Yugoeslavia, que evidentemente no estaba inspirada en el cristianismo.
Pero en D. José Mª, todo este bagaje de valores cristianos que hemos visto en su persona, fue la fuerza motriz que le impulsó a trabajar por el hombre, tratando de liberarlo de cualquier servilismo. Su pasión apostólica, su sensibilidad social junto con sus conocimientos de sociología, su filosofia personalista, sus colaboradores y un cúmulo de circunstancias fueron haciendo que su trabajo fuese desarrollándose en una dirección que acabó, sin tenerlo de antemano planeado, en la fórmula de la cooperación. En ella colaborarán de consuno creyentes y no creyentes, porque el anhelo por la libertad, justicia y solidaridad no son valores reervados a los creyentes, son también valores humanos.
Pero los cristianos cooperativistas, si son consecuentes con su fe, como lo fue D. José Mª, contribuirán, sin duda, a que la cooperación sea fuerte y vaya desarrollándose positivamente en orden al surgimiento de un orden nuevo, en el que el hombre sea el referente principal y sea reconocido en su dignidad plena.

 

Gotzon Velez de Mendizábal

Trinitario y Párroco del Stmo. Redentor de Getxo






 

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