Arizmendiarrieta

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Biografía de D. Jose Mª Arizmendiarrieta (1915-1976)

Sacerdote y alma del movimiento cooperativo de Arrasate/Mondragón

Nació en Markina (Bizkaia) en el Barrio de Barínaga el 22 de abril de 1915. Sus padres eran José Luis y Tomasa. Tenía tres hermanos y él era el mayorazgo. Hasta los 12 años estudió en la escuela rural, un anexo a la parroquia, que era costeada por los caseríos y vecinos del barrio.

Al Seminario Menor de Castillo Elejabeitia acudió a los 12 años. Tenía inclinación por la literatura y fue alentado por su madre. Descubrió en el seminario un mundo nuevo. Pero siguió siendo fiel a su origen, a la tierra campesina en la que había crecido y en la que había descubierto el horizonte inabarcable de su fe.

Ya en el Seminario Conciliar de Vitoria, estudiando Filosofía y Teología se sumergió en la espiritualidad del Movimiento Sacerdotal de Vitoria teniendo como especiales preceptores a Joaquín Goikoetxeandia, Juan Thalamas o Roberto Aguirre, asumiendo el lema del primero: "Ser sacerdote, siempre y en todo sacerdote". Con este emblema básico, en marzo de 1936, se consagró ante Dios y la Virgen María, una norma íntima de vida sacerdotal.

En la Guerra Civil de 1936 aún tenía 21 años y el joven seminarista había aprendido a amar a Euskadi sin por ello odiar a ninguna otra patria. Encontró trabajo en el periódico "EGUNA" portavoz euskaldun del Gobierno Vasco creado en octubre de 1936. En 1937, víctima de una denuncia, fue apresado. Pero la resolución del Consejo de Guerra le permitió, sobre todo, seguir su vida de seminarista. Entretanto José Miguel de Barandiarán y Manuel Lekuona le guiaron sabiamente en el renacimiento de la cultura euskaldun, abierta a un mundo moderno y, sobre todo, a la fe en el Evangelio. La iniciativa de la institución “Kardaberaz” como materialización de sus anhelos fue reglamentada por el joven Dn. José María.

Dn. Rufino Aldabalde fue un sacerdote que influyó mucho en su vida con mensajes que forjaron su espíritu: "La vida debe ser una misa continua" y "todo lo que hay en nosotros es de Dios, es de las almas, no somos sacerdotes para nosotros". Y Dn. José María completaba esas afirmaciones con su propia entrega: "Tengo que dar gracias a Dios por el beneficio tan grande de nuestra vocación". Y al volver al Seminario tras la Guerra Civil volcado hacia su santidad tras su fe: "No me importará el qué dirán los que me rodean, tan sólo qué dirá Cristo de mí".

Ya en febrero de 1941 es coadjutor en Mondragón y es nombrado consiliario de Acción Católica. Dedicó todas sus fuerzas a unir cristianamente a la sociedad iniciando su acción pastoral movilizando la gran pléyade de jóvenes que se adhirieron a su atractivo mensaje: "Date a Cristo reflejándolo en tu persona y haciendo el bien". Creó la Escuela Profesional en 1943 y en 1947 envió a 11 jóvenes a estudiar Peritaje Industrial a Zaragoza. La Escuela y estos jóvenes serían la base de la Experiencia Cooperativa de Mondragón.

Su vida como coadjutor le exigía un trabajo arduo y sin descanso. Trabajaba en la Parroquia, en el Centro de Acción Católica, en la Escuela Profesional. Mientras seducía por sus penetrantes mensajes: "Nadie puede hablar con tanto derecho y con tanta propiedad sobre la dignidad del trabajo como nosotros los cristianos". Su charla diaria en la Escuela era el lugar preferente y en donde "pensaba en voz alta". Abordaba a pensadores sociales como Gregorio Ruiz de Yurre, Herrera Oria, Enrique y Tarancón y a laboristas británicos -Attle, Bedberigde-. O como Maritain o Mounier. En su modesta biblioteca se conservan textos de Jacques Leclerq al que lee "el sacerdote es para los fieles, ya no se pertenece, no tiene, pues, horario, ni casa donde pueda hallarse al abrigo de los inoportunos...".

La empresa de base cristiana que él impulsó se la adjudicaba a "un grupo de jóvenes que son muy buenos cristianos y hasta dice que buenos apóstoles". Quería culminar el mandato que Pío XI había hecho en su encíclica "Quadragessimo Anno". De ahí salió tras la Escuela Profesional, ULGOR, Cooperativa San José (luego Eroski), Caja Laboral, etc, etc,.... Y es que "el mundo obrero no creerá en la doctrina social de la Iglesia si no la ve encarnada en la realidad de sus obras sociales". Y añadía: "La fórmula cooperativa requiere que la actividad humana comparta e implique unos valores humanos superiores, por lo que el trabajo, el capital y la organización no son sus fines en sí sino medios para servir mejor los intereses humanos".

Ser sacerdote como vehículo de santidad lo refleja admirando a Juan XXIII: "Tratamos de ser constructores de una nueva sociedad, de un nuevo orden, que reconozca al hombre el verdadero puesto que le corresponde por designio de la creación...". Fiel discípulo de dicha máxima escribiría en el obituario de este Papa: "Dios nos quiere santos, que estemos en el camino de la santidad". Dn. José María vive en los años 60 un incremento considerable de su trabajo y comienza a sentirse más débil, con más achaques físicos. Pero quería ser "el buen pastor que se sacrifica por sus ovejas".

La exigencia y la entrega del ya vasto cooperativismo mondragonés no le infunde ningún orgullo personal al decir: “He nacido para algo más que para vivir para mí mismo. No quiero ser más que lo que es el último hombre". Mediada la década de los 60, el coadjutor adivina que ese nivel de entrega llega a su límite. Se le presentó un corazón enfermo. Tomó esa primera caída como un pequeño tropiezo. Cargó de nuevo con la cruz de su herido corazón y siguió adelante. En 1974 sufrió una nueva operación cardíaca. Pero su tesón y optimismo le llevará a decir: "La persona si una vez cae volverá a levantarse...".

El sufrimiento y el dolor final le llevarán a la postre a decir: "En la postura que nos impone nuestra vocación, sabemos que nuestro sacrificio y nuestro sufrimiento son compensados, aquí abajo y en la otra vida". "El dolor es una prueba más de confianza en el amor a Dios". El 29 de noviembre de 1976, ya a la tarde, mientras caía la lluvia, rezaba con los que le rodeaban el "Magnificat" con un hilillo apenas audible de voz. Era la última oración de un hombre "comido por los demás".

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DON JOSE Mº ARIZMENDIARRIETA
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