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Cooperativas para transformar la sociedad. Alfa y Omega. Juan Manuel Sinde

 

 

Cooperativas para transformar la sociedad

 

El pasado año se cumplieron 180 años desde que nació la primera cooperativa en Rochdale (Inglaterra), por lo que este 2025 ha sido declarado por la ONU su año internacional. Surgió como reacción a los excesos del capitalismo de la época, a fin de resolver algunos problemas creados por el mismo en los trabajadores y familias. Se inspiró en las ideas de Robert Owen, quien, poniendo en práctica sus ideales humanistas, consiguió que la empresa que dirigía fuera la más grande en el sector textil inglés y una de las más rentables de Europa.

 

Esa capacidad de compaginar una preocupación por las personas y el éxito probablemente fue la causa de la gran popularidad que adquirieron sus propuestas, lo que hizo que dos presidentes de Estados Unidos diferentes organizaran sendas sesiones conjuntas del Congreso y del Senado para escucharlas.Sin embargo, se reveló que la tarea no era nada sencilla y la casi totalidad de las cooperativas creadas en base a las ideas de Owen quebraron.

 

No obstante, en 1844, cerca de Manchester, nace una nueva cooperativa que, manteniendo los valores iniciales de igual dignidad de las personas, solidaridad y cooperación modifica el modelo inicial. Considera imprescindibles los beneficios a fin de capitalizar la empresa y remunerar adecuadamente el capital que se va formando y, por otro lado, elimina el cobro a crédito, en la base de los fracasos anteriores. Además, traduce los principios morales en ventajas para sus clientes y, por ello, se compromete a no vender alimentos adulterados ni engañar en el peso, prácticas generalizadas en la época. Se adelantaban así 30 años a la ley inglesa que iba a regular el comercio de alimentos y apuntaba otra característica de las cooperativas: influir con su actuación en los cambios de los hábitos sociales en las relaciones económicas.

 

La nueva cooperativa demostró su eficacia y surgieron en Inglaterra cientos similares, iniciando un fantástico crecimiento internacional. Hoy más de 720 millones de personas tienen alguna relación con una. Como contrapartida, después de 180 años las cooperativas no representan en ningún país más del 10 % del PIB. Son, por tanto, una fórmula que, aunque significativa, no ha supuesto una alternativa mayoritaria a las fórmulas societarias tradicionales.

 

El cooperativismo cristiano de José María Arizmendiarrieta, sacerdote fundador de la Experiencia Cooperativa de Mondragón, tiene personalidad propia. Su propuesta se distingue del cooperativismo en el mundo, ya que este se da entre usuarios mientras que Arizmendiarrieta pone el eje en las personas y es el trabajo el que tiene un valor fundamental como medio para el desarrollo de las personas y la sociedad. Así, en su modelo, la cooperación se da entre trabajadores y no entre usuarios que obtienen beneficios de la misma.

 

Esta diferencia se debe a que Arizmendiarrieta no tenía como objetivo un proyecto cooperativo sino uno de transformación social, que comenzaba con la transformación de la empresa en base a los principios y valores del humanismo cristiano y la doctrina social de la Iglesia. Se adhirió a la fórmula cooperativa por ser la opción más posibilista para poner en práctica sus ideas.

 

Todo ello le llevó a ser un innovador, ya que promovió un modelo novedoso de cooperativas industriales, que prácticamente no tiene parangón; inspiró una cooperativa de crédito igualmente única entre las casi 90.000 existentes, abrió nuevas variantes en las que luego se han inspirado cooperativas de investigación, facultades universitarias...

 

Y, sobre todo, confirió a la iniciativa un carácter ideológico no dogmático, subrayando siempre el carácter de experiencia, que buscaba sintetizar valores del humanismo cristiano y la competitividad para resolver problemas de las personas y la comunidad.

 

Ha supuesto, en cualquier caso, una referencia singular, con un estilo de hacer diferente y también una influencia en el medio en el que actúa. En ese sentido, algunos valores del cooperativismo han sido asumidos progresivamente por empresas convencionales, convencidas de que el aumento de la competencia internacional requiere de la implicación de los trabajadores en el proyecto. Cuando acabamos de celebrar el Día Mundial de las Cooperativas reconocemos que, ciertamente, no será posible establecer entre nosotros un modelo económico distinto de la economía de mercado existente en todo el planeta. Pero tal vez sí apuntar una adaptación a esa realidad basada en valores cristianos y que, además, pueda llevar a una economía tan ética como eficaz, que se preocupa también por la comunidad, aún sin olvidar la defensa de sus legítimos intereses particulares.

 

 

Juan Manuel Sinde
Presidente de la Fundación Arizmendiarrieta

 

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