Arizmendiarrieta

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may 12

Conferencia de Javier Retegui en la Iglesia Nacional Española de Santiago y Montserrat de Roma, 29 abril 2014

EL COOPERATIVISMO COMO UNA DE LAS RESPUESTAS DE LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA ANTE LA CRISIS ECONÓMICA. LA ACCIÓN PASTORAL DE ARIZMENDIARRIETA Y LA EXPERIENCIA COOPERATIVA

0.- Introducción
Agradezco la invitación a participar en este ilustre foro para mostrar la experiencia de Mondragón, analizar las respuestas del cooperativismo a las crisis económicas y explicar la acción pastoral de Arizmendiarrieta, inspirada en los principios de la Doctrina Social de la Iglesia.

Tengo que empezar aclarando que el concepto de “Cooperación” lo planteo en un sentido amplio; a la cooperación entre personas para conformar la cooperativa, añado la cooperación entre instituciones para conformar regiones competitivas y la cooperación entre regiones para abordar la internacionalización. La experiencia cooperativa de Mondragón ofrece ejemplos en las tres vertientes.

En mi intervención trataré de mostrar los logros cooperativos, su coherencia con los principios en los que se sustenta, y la forma de hacer frente a las crisis económicas.
Dividiré mi intervención en dos partes complementarias: “Cooperativismo y crisis económica” y “Arizmendiarrieta y el movimiento cooperativo de Mondragón”.
Para finalizar, haré una breve referencia a la aportación de la Iglesia y al papel de guía que le corresponde asumir en la, sin precedentes, mutación social a la que estamos asistiendo.

1.- Cooperativismo y crisis económica

1.1.- Respuesta cooperativa a las crisis

Tengo que empezar señalando que las cooperativas están expuestas a los rigores económicos y a las crisis al igual que cualquier empresa que opera en el mercado libre. No cuentan con especiales protecciones ni viven en “microclimas de invernadero”.

La forma de enfrentarse a las crisis varía: si se trata de cooperativas aisladas o si forman parte de grupos cooperativos.
En la cooperativa aislada la respuesta se ciñe al interior de la empresa; cuando se encienden las señales de alarma (perdidas, necesidades financieras,…), se elabora un plan de viabilidad que modifica el modelo de negocio y propone cambios organizativos.
El plan debe obtener la aprobación mayoritaria de la asamblea. A veces se producen rechazos y dimisiones hasta que se obtiene el respaldo de dos tercios. (Cambios de Consejo Rector, cambios de dirección,…)

Los socios-trabajadores ajustan sus condiciones laborales con medidas como: reducción de anticipos (salarios), aportaciones a capital, reducción de plantilla, modificación de horarios y equivalentes. La empresa lucha por la supervivencia ajustando sus parámetros hasta situarse en un espacio competitivo que garantice su futuro.

En cooperativas que conforman un grupo cooperativo, a los esfuerzos internos, se añaden los mecanismos de solidaridad que provienen del Grupo: reconversión de resultados (transferencia de beneficios a las cooperativas en pérdidas), reducciones salariales solidarias del resto de cooperativas, reubicación de excedentes laborales (traslado temporal o definitivo de personal) y otorgamiento de préstamos o avales. Habitualmente la suma de los mecanismos internos y los que provienen del Grupo son capaces de reconducir la situación de dificultad.

En casos excepcionales interviene la Corporación a través de fondos creados para estratégicas conjuntas.

A estos tres niveles anteriores se añade la colaboración de las “entidades de cobertura”. La existencia de: banco cooperativo (Laboral Kutxa), entidad de provisión social (Lagun Aro), universidad (Mondragón Unibertsitatea) y centros de investigación, ofrece un entramado que ayuda a la reconducción de la empresa.

En casos extremos, superados los mecanismos existentes, se acude a los mecanismos legales del concurso de acreedores. Incluso en esa situación sigue funcionando, como criterio prioritario, la reubicación de los socios excedentes.

En general, se regenera la capacidad competitiva mediante el cambio del modelo de negocio, los esfuerzos internos de los socios cooperativos y la apoyatura del entramado de solidaridad establecido en el Grupo.

A lo largo de la experiencia de Mondragón se han producido situaciones críticas de cooperativas. La mayoría de ellas se han reconducido hacia soluciones competitivas siendo hoy importantes baluartes de la experiencia. Sólidas y pujantes cooperativas actuales de las que nos sentimos orgullosos pasaron en otros tiempos por dificultades extremas. Los mecanismos de solidaridad establecidos ayudaron a superar la dificultad.

Algunas pocas, no ofrecían visos de posible recuperación procediéndose al cierre ordenado y resolviéndose los problemas sociales que generaban.

El reciente caso de Fagor Electrodomésticos, nos muestra un caso extremo de la experiencia. La empresa emblemática, origen y generadora del movimiento cooperativo, entra en situación crítica, motivada por decisiones empresariales expansivas en momentos de derrumbe de mercados y restricciones financieras. Ante la situación crítica, se movilizan esfuerzos internos de la propia empresa, con medidas muy duras para reconducir la situación (reducción salarios de hasta el 20% y eliminación de pagas extra, reducción de personal, traslado a otras cooperativas, etc.). Se movilizan también los esfuerzos solidarios de las cooperativas del Grupo (alrededor de 60 millones de euros y reducción de hasta un 10% de salarios a favor de Fagor Electrodomésticos) y del conjunto de las cooperativas de la Corporación (alrededor de 160 millones de euros). En total, además de los esfuerzos internos, se ha ayudado a la cooperativa con alrededor de 250 millones de euros por las cooperativas del Grupo Mondragón. Son niveles desconocidos anteriormente.

La solidaridad y los mecanismos establecidos funcionan al límite y, sin embargo, no son suficientes para reconducir a la situación de equilibrio. El concurso de acreedores, que interviene en la liquidación de la cooperativa, es el último recurso.

Aún en este caso, el grupo cooperativo asume la responsabilidad de la reubicación de los numerosos socios excedentes, ampliando los mecanismos de cobertura existentes.
En el caso de Fagor Electrodomésticos, la estructura cooperativa ha demostrado su potencial solidario y la coherencia del modelo en una situación dolorosa y extrema en la que los esfuerzos no han sido suficientes para salvar la cooperativa.

1.2.- Contraste de modelos ante la crisis

La forma en que las cooperativas afrontan las crisis contrasta con las habituales de las sociedades anónimas.

Las cooperativas tratan de modificar las bases empresariales, para mantener o crear empleo, asumiendo sacrificios. Toda la comunidad cooperativa interviene en el empeño. El futuro de las personas es la principal preocupación.

En las sociedades de capitales el esfuerzo está limitado a la capacidad de riesgo que quiera asumir el capital, en un clima de enfrentamiento entre trabajo y capital y donde el cierre o venta de la empresa se plantea como una de las primeras alternativas. La reducción de las pérdidas y la obtención de beneficios, a pesar, o mediante, la eliminación de puestos de trabajo, es la principal preocupación.

En las empresas multinacionales el contraste es aún mayor. Desde lejanos centros se adoptan decisiones, sin preocuparse de la reconversión ni de las consecuencias sociales que se derivan. Pueden cancelarse actividades, incluso viables, con traslado hacia regiones que ofrecen mejores condiciones. Transforman las “empresas”, con todo su potencial de adaptación, en simples “plantas productivas” que no controlan sus principales parámetros (marketing, finanzas, beneficios o compras). Son como “peones de ajedrez”, con limitación de movimientos, que se sacrifican en aras a intereses y estrategias superiores. La rentabilidad especulativa es la principal preocupación

La formulación cooperativa ofrece mayor resistencia a la crisis dando absoluta prioridad a la resolución de los problemas sociales que genera.

También hay una forma diferente de concebir el desarrollo económico de una región:

  • Con la lógica del “capitalismo especulativo”, grandes masas financieras que buscan rentabilidad inmediata, sin arraigo social ni compromiso de permanencia. Las regiones tratan de atraer estos flujos de inversión generando condiciones adecuadas. (Dependencia externa)
  • Mediante las “redes locales de cooperación” estableciendo vínculos de relación entre entidades heterogéneas para promover el desarrollo comunitario. (Promoción endógena)

Son dos visiones y estrategias distintas que responden a modelos de poder contrapuestos. Por una parte, el poder omnímodo del capital y por otra, comunidades sociales que cooperan y asumen la responsabilidad de su futuro. El humanismo personalista de la empresa tiene su perfecta continuidad en el esfuerzo comunitario por el desarrollo.

Estos modelos marcan también una forma distinta de internacionalización:

  • Desde la visión capitalista, la vinculación exterior se limita a obtener la mayor rentabilidad.
  • En la visión comunitaria se comparten necesidades sociales entre comunidades, que persiguen objetivos similares de desarrollo regional. La internacionalización busca la cooperación entre regiones para que, en su complementariedad, compitan juntos en los mercados globales. Regiones desarrolladas, saturadas y con necesidades de expansión, se relacionan con sociedades emergentes, de necesidades primarias, que buscan en el desarrollo económico las bases de una liberación social. La cooperación beneficia a ambos y multiplica la eficacia de los sus esfuerzos individuales.

Al modelo de “globalización capitalista” se contrapone el “modelo de cooperación interregional” en sus tres dimensiones: en la empresa, en las regiones en las que se asientan y en las relaciones internacionales. Como resumen se puede señalar que el cooperativismo marca una vía diferente de afrontar el desarrollo y hacer frente a las crisis económicas.

 

2.- Arizmendiarrieta y la experiencia cooperativa de Mondragón

2.1.- Actividad pastoral

Arizmendiarrieta nace en un caserío de Markina (Bizkaia). Desde muy niño, manifiesta su inclinación hacia los estudios eclesiásticos y con 11 años se incorpora al seminario.
Su vida en el seminario es ejemplar. Tiene un brillante expediente académico y participa activamente en el denominado “movimiento de espiritualidad del seminario de Vitoria”, sobresaliendo por su fervor y dedicación. Allí se forma en la doctrina social de la Iglesia -que inaugura la Rerum Novarum (1891)- y estudia Quadragessimo Anno (1931) donde lee que “a ese orden económico en su totalidad le ha sido prescrito un fin por Dios Creador” (QA 42). Allí fue amasando el ideal de sacerdote social “al sacerdote le está mandado trabajar en el orden social cristiano”, un orden fundado en la dignidad de la persona humana.

La guerra civil española trunca su vida de seminarista, se cierra el seminario y es llamado a filas, en el bando republicano. Tras la caída de Bilbao es denunciado, detenido, encarcelado y sometido a juicio del que sale sin cargos. Reincorporado por reemplazo a Burgos, alterna la vida del cuartel con los estudios eclesiásticos, examinándose en el seminario de Bergara.

Los acontecimientos vividos consolidan su vocación religiosa. Según decía: “vocación es la suma de dos factores: aptitud y voluntad”, en el seminario demostró aptitud, y en los horrores de la guerra profundiza su inequívoca voluntad de servir a Dios como sacerdote. Es una decisión sólida, pensada y profunda que será seguida con fidelidad hasta su muerte.

Ordenado sacerdote es destinado a la parroquia de Mondragón que será su único cargo en la vida.

Su actividad pastoral se centra en tres frentes complementarios:

  • Vida parroquial (con especial atención a la evangelización social)
  • Formación espiritual de jóvenes (Acción Católica)
  • Labor formativa en el centro de Formación Profesional.

A través de estas vías moviliza a la población para afrontar acuciantes problemas sociales. Sus seguidores desarrollan iniciativas de las que Arizmendiarrieta se convierte en “orientador” e “impulsor”, ejerciendo una labor prospectiva, sin responsabilidad directa. Son movimientos que, motivados por la orientación religiosa de sus promotores, acogen a personas de buena voluntad procedentes de cualquier ideología o religión.

Las personas que intervienen se van consolidando como líderes sociales que añaden, a la sólida formación adquirida, la inequívoca vocación comunitaria y el respeto de sus conciudadanos.

El trabajo de Arizmendiarrieta se centra en: detectar necesidades, idear futuros, compartir anhelos e inducir actividades que, sustentadas en la DSI, supongan un cambio estructural de la sociedad. Siempre con las puertas abiertas para cuantos acudían a su consejo, aprendía de la vida y de las preocupaciones sociales y ahondaba en su espiritualidad a través de escritos de la Iglesia y pensadores cristianos. Le hastía la palabrería hueca. El carisma “arizmendiano” es la encarnación de la doctrina social: la apuesta por la acción, la voluntad de transformar la sociedad, el trabajo, el sacrificio, la creación de instituciones y la formación de personas.

En Arizmendiarrieta hay una total sintonía entre el sentido de trascendencia y la oración, con las actividades inmanentes que se derivan de la misma. “Hacer pensando y pensar haciendo”. El sentido de trascendencia le induce a trabajar por los más necesitados y las actividades que emprende orientan el sentido de su fe.

2.2.- Acción formativa. Igualdad de oportunidades

La educación fue una de sus prioridades. La desigualdad social se origina en el acceso a la educación. Su sacerdocio es encarnación ejemplar de aquello que Pio XI escribía: “exhortamos insistentemente en el Señor a que se entreguen por entero a la educación de los hombres que les han sido confiados, y que en el cumplimiento de ese deber verdaderamente sacerdotal y apostólico se sirvan oportunamente de todos los medios de educación cristiana, enseñando a los jóvenes, creando asociaciones cristianas, fundando círculos de estudio,…” (QA 143).

En un pueblo dividido, empobrecido y diezmado por las secuelas de la guerra civil, proclama y predica la igualdad de oportunidades para todos y promueve la creación de un centro de Formación Profesional (FP). Este centro es el germen y origen de todas las transformaciones posteriores.
Ante la mentalidad existente de: “el hijo de peón, peón, y el de ingeniero, ingeniero”, proclama el concepto de que “la educación te hará libre” “jakintzak askatuko zaitu” o el de la necesidad de “socializar el saber para democratizar el poder”.
El centro de FP tiene un desarrollo imparable. Crece en grados formativos y especialidades y da cabida a todas las demandas. Se extiende a chicos y chicas, jóvenes y adultos, primera formación y formación continua, hasta llegar en la actualidad a constituir una prestigiosa universidad.

En su inicio, la enseñanza fue gratuita siendo el centro financiado por aportaciones de empresas, administraciones y personas colaboradoras. La duración del curso se extiende a once meses y posibilita alternar trabajo y estudio (por medias jornadas). Los alumnos son capaces de autofinanciar sus necesidades. Arizmendiarrieta comentaba satisfecho: “no sé si son estudiantes que trabajan o trabajadores que estudian”

El propio centro es un modelo; es una cooperativa en la que participan, paritariamente, profesores, alumnos y entidades colaboradoras. Es un sistema democrático de funcionamiento en el que están equilibradas las partes interesadas.

Hay cuatro factores a destacar en la acción formativa:

  • El acceso generalizado a la cultura y al saber.
  • La orientación de la enseñanza a fomentar la vocación de desarrollo comunitario modificando la “escala de valores imperante” (“crear comunidades ricas en opciones más que ricos en comunidades pobres”)
  • La conciencia del trabajo (“colaborar con Dios en la tarea de la creación”)
  • Crear “horizontes de esperanza”. Idear futuros ambiciosos y movilizar voluntades.

Esta actividad, unida a la que se venía realizando en la Acción Católica, las homilías y la atención personalizada de personas genera un clima de transformación creativa, verdadero caldo de cultivo de las actividades emprendidas posteriormente. “Tu antes que empleado, antes que obrero, antes que todo, eres bautizado […] Estás obligado a interesarte de los demás miembros; estás obligado a socorrerlos en sus necesidades y hoy es el momento en el que tienes que hacerlo” (Reflexiones espirituales, p. 28).

2.3.- Creación del movimiento cooperativo

Jóvenes formados en el centro, bregados en la organización de movimientos sociales, con experiencia profesional y habiendo intentado modificar las bases de la sociedad anónima, deciden crear una empresa de diferente configuración.

Entienden que todo trabajador debe ser a la vez socio, que la soberanía de la empresa debe recaer en el trabajo (la persona), que el abanico de los anticipos (salarios) debe ser cerrado (de uno a tres) y que la distribución de resultados se realiza en proporción a los anticipos (salarios) que se capitalizan.

Con estas ideas elaboran unos estatutos que no tienen encaje en la ley de sociedades anónimas, por lo que orientan hacia la fórmula cooperativa.

Las leyes cooperativas, arcaicas y concebidas esencialmente para el sector agrario, no están adaptadas para empresas industriales de “trabajo asociado”.

Hay una confrontación entre la realidad cooperativa que se desea y la legislación que la haga posible. Arizmendiarrieta participa en la propuesta de modificaciones de la legislación cooperativa trasladando a la misma los principios que profesa.

Para crear la primera cooperativa es preciso contar con medios económicos que no tienen. Hacen un llamamiento a la población para que aporte fondos para el proyecto, con la promesa de ofrecerles su incorporación a la empresa como socios de trabajo. Se obtiene la respuesta necesaria y así nace la primera cooperativa. La puesta en marcha de la cooperativa tiene un efecto de contagio para otras iniciativas. Arizmendiarrieta desarrolla la mística cooperativa. En febrero de 1962 escribe sobre el sentido cristiano de la doctrina de la cooperación: “Realmente el hombre no ha venido al mundo para vivir en estado salvaje, sino en sociedad y para realizar su misión necesita cooperar con Dios y con sus semejantes […] El primer cooperativista fue precisamente Adán […] La primera página de la Biblia nos dice que Dios creó al hombre y le puso en medio del paraíso para que trabajara. Desde este momento el hombre trabaja y con el trabajo coopera en la obra de la creación. Dios hace al hombre socio de su propia empresa, de esa empresa maravillosa que es la creación” (Molina, 2005: 413). Un año antes, en 1961, Juan XXIII en Mater et Magistra ha escrito: “nos es grato expresar nuestra complacencia a aquellos hijos nuestros que, en diversas partes del mundo, se esfuerzan por crear y consolidar empresas cooperativas” (MM 148). Y había exigido al Estado que, para favorecer “el movimiento cooperativo” llevase “a cabo una adecuada política económica en los capítulos referentes a la enseñanza, la imposición fiscal, el crédito, la seguridad y los seguros sociales” (MM 88).

Arizmendiarrieta detecta la necesidad de promover una entidad que cubra las necesidades financieras y colabore en la promoción de nuevas empresas cooperativas. Se crea Caja Laboral que contiene en su seno, además de la División Bancaria, el germen de lo que sería la “División Empresarial” y de la entidad de provisión social “Lagun Aro”. Se establece una importante plataforma de promoción cooperativa.

La formación masiva de jóvenes, el modelo consagrado de empresa cooperativa y la creación de la institución financiera, son palancas del formidable crecimiento cooperativo que se extiende por todo el País Vasco.

A partir de esos comienzos el movimiento cooperativo se diversifica. Además de las industriales y de crédito, nacen cooperativas de estudiantes, de mujeres, de enseñanza, de investigación, de consumo, de servicios avanzados, de salud, de seguros, agrarias, pesqueras,…. No hay actividad que se resista a la formulación cooperativa adaptándose ésta a las características de la actividad emprendida.

La formación propicia el desarrollo económico que, a la vez, promueve opciones educativas hasta niveles superiores (“binomio del desarrollo”). El entorno de Mondragón es pionero de la verdadera revolución educativa que ha sufrido la sociedad, adelantándose en décadas al resto.

2.4.- Estructuración del Grupo Cooperativo

Las cooperativas responden a principios comunes y normas equivalentes, adaptadas a cada modalidad.

La pequeña dimensión de cada cooperativa, su vulnerabilidad y la vocación conjunta de trabajar a favor de la comunidad, propician la conformación de “grupos cooperativos”. Primero fueron “comarcales” y más tarde se convierten en “sectoriales” atendiendo a las exigencias competitivas.

Se establecen en los grupos pactos que consiguen dar solidez a las cooperativas y reforzar la vocación comunitaria.

A su vez, las agrupaciones sectoriales conforman, de abajo-arriba, la “Corporación Mondragón”, verdadera corporación empresarial que añade, a los tradicionales vínculos de solidaridad, la “dirección estratégica” del grupo y la creación de fondos comunes de inversión. La Corporación dota al Grupo de la dimensión necesaria y de presencia internacional.

Todo este sistema organizativo añade, a la cooperación entre personas, la “cooperación entre entidades” de base personalista. Es un nuevo concepto de cooperación creado mediante pactos voluntarios dando consistencia al grupo, sin que intervenga el capital en el control del mismo.

Las cooperativas de base, las agrupaciones sectoriales, la corporación cooperativa y las entidades de cobertura, constituyen una verdadera corporación empresarial, unida mediante una red entrecruzada de pactos. Conforman un modelo competitivo de base personalista, arraigado al entorno.

La dimensión del Grupo a finales del año 2012 era la siguiente:

  • Entidades: 289 (110Cooperativas)
  • Trabajadores: 80.321 (38.420 socios)
  • Ingresos totales: 14.081 M euros
  • Inversiones: 331 M euros/ año
  • Activos totales: 35.887 M euros

2.5.- Humanismo cristiano y cooperativismo laico

El cooperativismo de Mondragón, de profundo origen cristiano, nace de la acción pastoral de un sacerdote que, orientado por la Doctrina de la Iglesia, traduce sus postulados en actividades sociales. Una acción que siente refrendada por el magisterio social. El Siervo de Dios José M. expone en sus escritos y conferencia la doctrina de Juan XXIII. “La justicia ha de ser respetada no solamente en la distribución de la riqueza, sino además en cuanto a la estructura de las empresas en que se cumple la actividad productora”. Y continuaba: “no es difícil ver que las precedentes palabras de Juan XXIII en su encíclica Mater et Magistra ponen en tela de juicio tanto el sistema capitalista como el colectivista. Al propio tiempo entrañan una sanción clara de los principios del cooperativismo” (Molina, 2005: 414). Dirá en octubre de 1961, en una charla a los trabajadores de ULGOR que la encíclica es “un gran consuelo de los que además de cooperativistas somos cristianos” (Molina, 2005: 415).

El Congreso Cooperativo acuñó los siguientes valores:

  • Libre adhesión
  • Organización democrática
  • Soberanía del trabajo
  • Carácter instrumental y subordinado del capital
  • Participación en la gestión
  • Solidaridad retributiva
  • Intercooperación
  • Transformación social
  • Carácter universal
  • Educación


El desarrollo cooperativo es protagonizado por personas creyentes que, orientadas por Arizmendiarrieta, acometen proyectos ambiciosos en los que participan multitud de socios que se adhieren.

Los principios de “libre adhesión” y de “organización democrática” generan un modelo de sociedad que responde a las libres decisiones de sus socios.
Así como sucede que si atamos una cuerda a un punto y manteniéndola tensa la movemos, produce necesariamente un círculo, si establecemos una sociedad bajo el principio de libre adhesión y de funcionamiento democrático, produce necesariamente una sociedad laica.

En Mondragón, el humanismo cristiano, la religión y el sentido de trascendencia, intervienen creando una sociedad más justa y solidaria. No imponen su modelo religioso sino que se ponen al servicio de la sociedad desde sus más profundas convicciones religiosas.
La evangelización trascendente adquiere valor testimonial en la medida que se asocie a entrega, dedicación y esfuerzo al servicio de la justicia y la solidaridad, sin imponer sus postulados.

La vinculación al poder, la imposición y la connivencia con regímenes injustos, debilita la credibilidad, difumina y distorsiona el profundo contenido del mensaje cristiano.
Arizmendiarrieta, consciente de las alteraciones sociales que se podrían generar en la sociedad, confiaba plenamente en la persona y en los procesos de educación. Desde su humildad, consumido por el trabajo y con profunda fe en Dios, puso todo su esfuerzo en transformar la sociedad.

 

3.- Magisterio de la Iglesia

3.1.- Momento histórico de transformación social

La economía mundial va a la deriva dominada por la inmensa fuerza de la especulación financiera.

Las viejas controversias entre liberalismo y socialismo que, a pesar de sus errores mantenían atisbos de humanidad, han dado paso a un neoliberalismo en el que se reduce la intervención de los estados y deja vía libre a los desmanes del capitalismo.

El sistema neoliberal produce graves consecuencias, genera profundo desasosiego y creciente contestación en la cada vez mejor preparada población mundial.

Nos encontramos en una encrucijada histórica: o en los albores del nacimiento de un nuevo sistema económico y social que, sustentada en valores de justicia y equidad, alumbre un futuro mejor, o, por el contrario en un retroceso histórico de las cotas de progreso alcanzadas en las sociedades desarrolladas.

El declive de “los grandes relatos” tradicionales deja vacíos que deben ser cubiertos por valores en los que se sustente el nuevo sistema. Para que un nuevo sistema se imponga debe contener racionalidad ética y eficacia económica.

 

3.2.- Llamamiento inequívoco del Papa

La reciente exhortación pastoral “Evangelii Gaudium” del Papa Francisco, realiza una llamada al apostolado social y señala los problemas de inequidad y exclusión que genera el actual sistema. Plantea un no rotundo al dinero que gobierna en lugar de servir y pone el énfasis en la centralidad de la persona y sus necesidades como eje de la economía.
(“Mientras no se resuelvan radicalmente los problemas de los pobres, renunciando a la autonomía absoluta de los mercados y de la especulación financiera y atacando las causas estructurales de inequidad, no se resolverán los problemas del mundo y en definitiva ningún problema”).

Hace hincapié en la necesidad de una fe encarnada que traduzca los principios doctrinales en transformación sociales. Pone a la Iglesia “en salida” abriéndose al encuentro de las necesidades de los pobres y marginados e invitando a los creyentes a un nuevo proceso de evangelización.

En definitiva, es un llamamiento urgente a transformaciones estructurales que superen las injusticias del actual sistema económico.

No se trata “sólo” de dictar principios y doctrina, sino de “salir” al encuentro de los necesitados para trabajar con ellos en la consecución de un mundo más justo y humano.

 

3.3.- Doctrina Social de la Iglesia y praxis. Relación dialéctica

La Iglesia Católica ha ido consolidando un cuerpo de Doctrina Social a través de encíclicas y de cualificados pensadores humanistas cristianos como Maritain y Mounier - que fueron referencias intelectuales decisivas para Arizmendiarrieta-. .

Este conjunto de reflexiones denuncia, tanto las prácticas abusivas del liberalismo capitalista, como las desviaciones del colectivismo comunista. Frente a estas doctrinas, la Iglesia reivindica la centralidad de la persona y el humanismo cristiano.

El liberalismo trajo consecuencias importantes para la humanidad y el socialismo logró frenar los desmanes del capitalismo formando un, más o menos, equilibrado sistema de bienestar social.

Hoy ambos relatos se han integrado en un sistema híbrido, superado por el insaciable capitalismo financiero de dimensión global que, sin leyes ni gobiernos que lo regulen, se mueve sin freno.

Mientras tanto, la sociedad está en un proceso de transformación desconocido en la historia. De una manejable “sociedad de analfabetos”, hemos pasado a una sociedad cualificada e inconformista que exige participación. Si con la primera eran válidos los conceptos del despotismo ilustrado, la actual sociedad exige asumir la responsabilidad de su futuro Es la hora del humanismo.

De la DSI y de la actuación de la Iglesia me gustaría analizar tres conceptos: desconexión entre teoría y praxis, visión “humanitario-caritativa” y dificultad de relación, en minoría, con el mundo laico.

  •  Desconexión entre teoría y praxis. La doctrina Social de la Iglesia ha movilizado multitud de movimientos sociales, protagonizados por creyentes (“best practices”).Tuvieron sus orígenes en principios cristianos y han derivado en movimientos laicos, desconectados y sin influencia mutua. El enriquecimiento de la práctica mediante la reflexión cristiana y, a la inversa, la maduración de la teoría a través de los perfiles de su aplicación, habría generado un movimiento vivo y dinámico y una actualización permanente del mensaje cristiano. A la promulgación “estática” de la DSI, le falta la visión “dinámica” impulsada por las aplicaciones.

 

  • Visión “humanitario-caritativa”. Desde una visión paternalista, la Iglesia se ha centrado en “paliar” los problemas generados por las estructuras injustas, más que en denunciarlas y promover su remoción. Su condescendencia, “de conveniencias”, con los sistemas establecidos, le ha llevado a ser conservadora y desconfiar de movimientos novedosos que generan incertidumbre y promueven el cambio de la situación establecida. La Iglesia tiene doctrina, experiencia, cuadros pensantes y vanguardias sociales, como para analizar y proponer pensamientos alternativos que ayuden a la sociedad a “diseñar un orden nuevo” (visión transformadora). Es una tarea inédita que debería acometer.
  •  Relación, en minoría, con el mundo laico. Es una asignatura pendiente. Desarrolla actividades sociales a favor de la población pero bajo su propio control y sin permitir que la participación de los laicos invada la orientación y dirección de las mismas. Acepta la participación de los laicos en funciones auxiliares (“acólitos”), pero se reserva los aspectos esenciales. Esta forma de proceder conforma “guetos” o mundos aislados; actividades bajo el control de la jerarquía, inaccesibles y cerrados, y actividades laicas en las que no participa. Demuestra desconfianza en la persona. La llamada a “la Iglesia de salida” supone la ruptura de esos compartimentos estancos y el acercamiento a las necesidades, aportando una visión evangélica, trabajando codo con codo y esforzándose en un cambio estructural de la sociedad.

La Iglesia tiene un importante cometido en la conformación de esta nueva sociedad. No puede limitarse a criticar las desviaciones de los regímenes que surjan, en una actitud pasiva y reactiva. Debe intervenir en proclamar principios humanistas, coherentes con el mensaje cristiano, y abrirse a la sociedad con una actitud de servicio.

 

3.4.- Arizmendiarrieta ejemplo y símbolo

Las realizaciones sociales que responden a la visión humanista de la economía, son valiosos referentes, importantes en sus entornos y marginales en el sistema imperante, que no constituyen realmente una opción alternativa. La reducida dimensión y su aislamiento les impiden elevar su ambición.

La cooperación entre movimientos diferentes, la reflexión conjunta, la participación de destacadas personalidades académicas y la presentación de modelos de aplicación, pueden dar un nuevo impulso a la visión humanista de la economía.

La Iglesia cuenta con ejemplos de personas que representan la visión humanista de la economía y que están en proceso de canonización. Divulgar y extender su magisterio ayudaría a plantear, con referencias reales, las doctrinas que se propugnan.

Uno de estos ejemplos es D. José María Arizmendiarrieta y el movimiento cooperativo que representa. Por su organización humanista y por la dimensión alcanzada se ha convertido en un símbolo internacional, verdadero hito en la larga trayectoria de la evolución del movimiento cooperativo. Constituye un “capital simbólico” que la Iglesia no puede desperdiciar.


Roma, 29 de abril de 2014
Javier Retegui
 

 

Categorías: Noticias de la causa.

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