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Valores emergentes en el desarrollo económico. (Javier Retegui)

Estamos conociendo dolorosos casos de empresas que, habiendo sido esenciales, se ven abocadas a su liquidación dejando un rastro de instalaciones abandonadas, familias sin trabajo, empresas relacionadas sin pedidos y la decadencia de comarcas enteras.  Ni la airada reacción de los afectados ni los esfuerzos de las administraciones públicas, son capaces de alterar los planes de cierre.  Las fuerzas sociales abogan por la viabilidad pero el poder absoluto del capital impone su voluntad y, en vez de trabajar por soluciones alternativas de continuidad, se limita a la clausura.

Los lamentos y movilizaciones muestran el estupor de comunidades enteras que ven reducidos sus modos de subsistencia, obligadas a la lacerante migración de sus miembros.

La economía adquiere su pleno sentido si está supeditada a las necesidades de las personas y arraigada en los afanes de la comunidad.  Es la verdadera función de la economía.  Para ello, es preciso generar modelos de empresa que cuenten con el pleno respaldo comunitario y la aceptación social.  La sociedad no puede limitarse al lamento resignado y a la impotencia ante los acontecimientos, sin intentar soluciones innovadoras.

Antes de avanzar es preciso tener en cuenta que la empresa tiene sus propios requerimientos que, como ejes directores, guian su devenir:

  • El primer requerimiento es el de la eficiencia y competitividad.  Las leyes del mercado son inexorables.

  • El segundo está condicionado por la fiscalidad y la solidaridad distributiva.  La empresa nutre, mediante impuestos, la vida social y garantiza su desarrollo.

  • Hay un tercer requerimiento emergente, la participación activa de la persona y el arraigo territorial de la empresa.  Para que la economía sirva a los intereses sociales, es necesario que la sociedad participe en el protagonismo emprendedor y en el riesgo empresarial.

Actualmente la empresa se mueve orientada exclusivamente por la dimensión competitiva, busca la menor carga impositiva y se aleja de compromisos duraderos con personas y regiones.  Su prioridad es el máximo beneficio para el capital y considera al resto como “cargas” antagónicas a soportar (ingeniería financiera). 

La economía al servicio de las personas que se propugna, busca el equilibrio de estas tres dimensiones; no concibiéndolas como orientaciones contradictorias sino como fuente de progreso competitivo mediante la implicación social y la optimización de los recursos disponibles.  Además de cumplir con la exigencia de rentabilidad del capital, responde a intereses más amplios de la sociedad (innovación social).  ¿Se trata de buscar la imposible “cuadratura del círculo”?

Todo lo contrario, la complementación de las tres instancias, refuerza a cada uno de los ejes y le da consistencia de “sistema” al conjunto, al integrar la estructura económica en la vida social.  La participación comunitaria optimiza y orienta recursos sociales dispersos y la participación de la persona libera potenciales latentes hacia el progreso innovador.

Este modelo comunitario requiere estructurar el mundo económico.  Actualmente el conjunto empresarial representa una amalgama de intereses dispersos que responden a las necesidades privativas de cada empresa.  Se trata de fuerzas aisladas con orientaciones divergentes, sin cohesión, forma o estructura de conjunto.  Antes, el control público de la economía ponía armonía y, al desaparecer éste, ha derivado en organización amorfa y desestructurada.

La estructuración económica no se puede realizar mediante exigencias normativas obligatorias.  No hay competencia ni capacidad coercitiva en las entidades públicas.  La única forma de construir un “sistema” se consigue mediante vínculos voluntarios de cooperación, que “orienten” vectores sueltos hacia el reforzamiento empresarial y la vocación comunitaria.

La cooperación entre: capital-trabajo en el seno de la empresa, entre empresas para conformar grupos de intereses, entre empresas e instituciones para optimizar recursos dispersos y la público-privada, permiten generar redes de colaboración que refuerzan la capacidad competitiva y estructuran el sistema económico.  Es la “economía de cooperación” que conforma una tupida red que da consistencia y forma al conjunto.

Necesitamos pasar de lamentos a acciones de cambio estructural que refuerce el modelo económico.  No es preciso enfrentarnos al sistema imperante, sino adaptarnos para ser eficaces en medio de los condicionantes impuestos.

Es necesario que la economía sirva a su originaria función sin quedar secuestrada por intereses especulativos del capital. “Menos lamentos, más acciones” que “más vale encender una cerilla que maldecir la oscuridad”.

Javier Retegui

Miembro de Arizmendiarrieta Kristau Fundazioa

 

Categorías: Kausari buruzko albisteak.

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