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Ante la preocupación creciente sobre las debilidades del sistema económico vigente en el mundo, destacábamos en un artículo precedente la iniciativa del lobby empresarial de USA Business Roundtable para modificar el enfoque conceptual de las empresas, abandonando el principio de que el único objetivo de las mismas es proporcionar valor a los accionistas y sustituyéndolo por satisfacer también los intereses de empleados, clientes, proveedores y comunidad.
Destacábamos, asimismo, las consecuencias sociales, económicos y políticas de la creciente desigualdad y el movimiento internacional promovido por el Papa denominado La Economía de Francisco.
Pero también merece la pena destacar otra iniciativa, en la que asimismo participa la Fundación Arizmendiarrieta, denominada Council for an inclusive capitalism with the Vatican, con sede en Nueva York y promovida por fundaciones y empresas especialmente preocupadas por las necesarias reformas del sistema económico vigente. Entre sus promotores se cuentan las fundaciones de multinacionales tan importantes como la Cia. de Seguros alemana Allianz, la consultora Ernst and Young u organizaciones de ámbito mundial como Visa y Mastercard.
Es una colaboración novedosa de líderes empresariales inspirados por la guía moral del Papa Francisco para aprovechar el poder de los negocios, comprometiéndose a utilizar su influencia y recursos para contribuir a un sistema económico que sea más justo, responsable, dinámico y sostenible.Se lo plantean como un imperativo moral, pero también como una demanda del mercado para hacer que la economía sea más inclusiva y sostenible. Para ello se proponen acciones y objetivos para crear economías y sociedades más fuertes, más justas y colaborativas a fin, en última instancia, de mejorar las vidas de millones de personas en todo el mundo.
Las acciones de sus miembros se basan en los siguientes Principios Rectores: fomentar el sentido de responsabilidad dentro de las instituciones y las personas para luchar por el bien común de la humanidad; reformar los mercados de capitales y las prácticas comerciales globales con pasos concretos para medir el éxito por el impulso a economías y sociedades dinámicas e inclusivas; inspirar acciones colaborativas del mundo empresarial para avanzar en el objetivo común de lograr un sistema inclusivo; dirigir iniciativas destinadas a derribar las barreras sistémicas al tiempo que crear oportunidades para promover la igualdad, la inclusión y la sostenibilidad y comprometer a otros líderes de diferentes sectores e industrias con las mejores prácticas para el desarrollo del capitalismo inclusivo.
Entienden que dicho capitalismo inclusivo debe tratar fundamentalmente de crear valor a largo plazo para todas las partes interesadas (empresas, inversores, empleados, clientes, gobiernos y comunidades) guiado por un enfoque que proporcione igualdad de oportunidades para que todas las personas busquen la prosperidad y su desarrollo humano, independientemente de su origen, género, etnia o religión; resultados equitativos para quienes tienen las mismas oportunidades y las aprovechan de la misma manera; equidad entre generaciones para que una generación no sobrecargue el planeta ni obtenga beneficios a corto plazo que incurran en costos a largo plazo a costa de las generaciones futuras y equidad en la sociedad para con aquellos cuyas circunstancias les impiden una participación económica plena.
Sus miembros se comprometen a modificar en sus organizaciones las prácticas operativas y de inversión de acuerdo con los valores de confianza en las personas, justicia, responsabilidad con el impacto en la sociedad, estímulo a la innovación y sostenibilidad de los incentivos empresariales de cara a las futuras generaciones.
Asumen como referencia los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU subrayando los 4 pilares siguientes:
invertir en el empoderamiento de las personas (destacando lo que se refiere a su dignidad, salud, bienestar y preparación para el futuro);
proteger el planeta (preocupándose del cambio climático, la degradación de la bioesfera, la contaminación del aire y la contaminación y disponibilidad del agua),
fomentar la prosperidad inclusiva y
elevar los principios de la gobernanza (calidad del órgano de gobierno, participación de los grupos de interés y comportamiento ético).
¿Retórica o necesidad a largo plazo para evitar la quiebra del sistema?Es muy posible que ambas motivaciones estén presentes en mayor o menor medida entre los adherentes al Acuerdo. Pero no cabe duda de que supone un paso importante en la medida en la que organizaciones mundiales que emplean a más de 200 millones de trabajadores en todo el mundo se planteen que es también su responsabilidad la sostenibilidad del sistema económico y del planeta. Y que no lo hagan sólo para cumplir exigencias legales concretas sino como consecuencia de la presión del mercado, por una parte, y de consideraciones morales, por otra.
Desde ese punto de vista, el compromiso asumido con el Dicasterio para el Desarrollo Humano Integral (en la foto con el cardenal ghanés Peter Turkson, presidente del citado Dicasterio y el Papa Francisco) supone un nivel de compromiso público todavía mayor por sus principales promotores.
Queda por ver la capacidad de provocar cambios reales en la compleja realidad socio-económica mundial tanto por la Economía de Francisco como por la iniciativa que hoy comentamos, pero, en cualquier caso, entendemos que ambas merecen ser apoyadas, desde la modestia de nuestros recursos pero aportando la riqueza de nuestra experiencia.
Juan Manuel Sinde
Presidente de la Fundación Arizmendiarrieta
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DON JOSE Mº ARIZMENDIARRIETA
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