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Como sociedad tenemos un reto fundamental en la generación de proyectos empresariales competitivos que contribuyan a la creación y sostenimiento de empleo de calidad, que generen un reparto lo más equitativo posible de rentas entre los diferentes partícipes, que proyecten una dinámica de estabilidad económica local y que tengan un fuerte compromiso con el largo plazo. La empresa es y seguirá siendo, el motor de bienestar, pero la salud empresarial no pasa por su mejor momento.
Asistimos a una enorme volatilidad de las empresas y debería preocuparnos que su ritmo de mortandad se ha incrementado exponencialmente. Muchos de los proyectos empresariales nacientes tienen una naturaleza efímera y de corto plazo (similar a la visión social de la inmediatez), que no permiten vislumbrar su capacidad de actuar como agentes de desarrollo económico inclusivo, y es más que dudosa su contribución en la reducción de las desigualdades sociales.
Tenemos que conseguir afianzar la apuesta por proyectos empresariales que potencien el valor de la empresa como dinamizador fundamental de la lucha contra la desigualdad social, que generen un entorno laboral que facilite la incorporación y el desarrollo de los trabajadores, con una vocación de permanencia en el largo plazo. Empresas atractivas en el cambiante mercado laboral (con expectativas y formas de relacionarse diferentes a las de épocas precedentes), que tengan un proyecto empresarial sólido y adaptado a los cambios que se producen en la industria.
Hoy la empresa, además de la propia dinámica competitiva de su industria o industrias, se enfrenta a una serie de comportamientos sociales que determinan su capacidad para competir: la inmediatez como base, un menor nivel de compromiso con los proyectos colectivos, una cierta pérdida de la cultura del esfuerzo, la ausencia de corresponsabilidad sobre los objetivos empresariales, una mayor aversión al riesgo, un dialogo social menos respetuoso y, una reducción del espacio de la cooperación, son factores que hacen del conflicto una constante.
Y en un contexto como este, la empresa familiar adquiere una relevancia especial. Además del enorme peso que tiene este tipo de empresa en la economía (más del 85% de las empresas son familiares, y contribuyen al 67% de la generación de valor económico), ejerce también un enorme impacto en la generación de empleo local en la comunidad donde opera, da una enorme estabilidad económica local porque despliega proyectos comprometidos con la permanencia y el compromiso intergeneracional, y esta voluntad de permanencia, además se traduce en una capacidad de innovación y adaptación constante ante las dinámicas de los mercados. Y por supuesto, es una empresa con alto nivel de conexión con los valores y la cultura local, y, por lo tanto, implicada fuertemente en el territorio.
Esta constante adaptación a los cambios de entorno en el caso de las empresas familiares provoca la necesidad de un equilibrio entre tradición e innovación, con una apuesta por el refuerzo a largo plazo de la competitividad. Como dice la profesora de IESE, Marta Elvira, “no siguen ni caen en modas temporales”. En el mismo sentido, cabe subrayar otra opinión, la de John Ward: “La flexibilidad estratégica sostenida, la coherencia y la creatividad de las empresas familiares son notables, lo que hace que se diferencien de otro tipo de empresas y, hacen posible unos mejores niveles de rendimiento económico”.
Una mirada al detalle al proyecto empresarial competitivo de la empresa familiar pone de manifiesto una serie de rasgos diferenciales frente a otro tipo de empresas entre los que destacaría: su visión de largo plazo y compromiso por el futuro más indeleble un compromiso que bebe de la voluntad de transferir un legado a las siguientes generaciones (el compromiso intergeneracional que está cuestionado en la actualidad se manifiesta claramente en sus proyectos).
La empresa familiar posee una identidad propia claramente diferenciada, suele tener una fuerte cultura basada en valores y creencias compartidas por la familia, un rasgo que se expresa en el cuidado de la marca que vincula a la familia con la empresa. La empresa familiar es, en términos generales leal y comprometida, poque es el proyecto de familia el que se desarrolla a través de los negocios. La cultura de emprendimiento es otro rasgo singular, una estrategia de adaptación ante los cambios en la dinámica competitiva de la empresa.
La empresa familiar tiene un importante componente de arraigo en el territorio y en esta dimensión debemos reconocer, su mayor nivel de compromiso en la generación de valor económico y prosperidad en la Comunidad. Es por ello por lo que participa activamente en procesos de valor social, favorece la relación con el ecosistema local y, genera relaciones más estables con sus proveedores y aliados. Además, aporta un componente emocional y psicológico que potencia a los profesionales de la organización.
En mi opinión, tenemos que preservar su contribución al desarrollo económico y social del país, siendo conscientes de que tienen algunos retos específicos que condicionarán su futuro. La adaptación constante del proyecto familia-empresa ante los retos de la creciente apertura internacional de la economía es posiblemente el reto más singular, pero no son menores, por ejemplo, la necesidad de adaptar sus valores y creencias locales a entornos multiculturales diversos, la creciente apelación a la cooperación y a la apertura para abordar nuevos proyectos empresariales con su correspondiente efecto sobre la potencial pérdida de control en algunos de ellos, la sostenibilidad de los proyectos empresariales ante las fuertes demandas de inversión y adaptación a las nuevas realidades económicas.
Uno de los retos fundamentales pasa por la capacidad de atraer y retener talento, uno de los elementos centrales de las estrategias empresariales, donde la visión de largo plazo, la apuesta por el empleo de calidad y, la fuerte cultura empresarial, pueden ser reclamos importantes. Ciertamente, hay un punto de conflicto entre la presencia de miembros de la familia en diferentes áreas de gestión de la empresa, una cuestión que debería ahondar en la cohesión familiar, en la generación de talento y en la apertura para la presencia de profesionales externos que desarrollen el proyecto empresarial.
Necesitamos contar con empresas familiares potentes que se consoliden en el futuro. No hagamos bueno el dicho que se repite en muchos foros empresariales: “los padres la crean, los hijos la mantienen y, los nietos la cierran”.
Sabin Azua
Presidente de EUSMEX S.L.
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