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Una vez superadas las últimas confrontaciones electorales se abre un período en el que quizás se pueda poner el foco en construir nuevas soluciones a los retos de la sociedad navarra. Tal vez en este marco se abre una oportunidad a la cooperación en el ámbito económico entre las distintas sensibilidades políticas y sociales, muy deseable para aprovechar adecuadamente las potencialidades de los ciudadanos e instituciones forales.
En este contexto situamos una posible guía, un posible propósito para el futuro en el ámbito socioeconómico: construir una economía navarra competitiva en el escenario internacional, con valores humanistas ampliamente compartidos entre nosotros y con un sentido comunitario que aporte la cohesión social necesaria para sobrevivir en el futuro.
Quizás a algunas personas les parezca un oxímoron pretendiente conciliar la competitividad con determinados valores humanistas y el sentido comunitario. Tal vez por entender la competitividad ligada a planteamientos empresariales que sólo buscan el máximo beneficio y el máximo retorno para los accionistas.
Es claro, en cualquier caso, que la competitividad de una empresa es imprescindible para garantizar su sostenibilidad a largo plazo. Y que la creación de riqueza por las empresas de forma sostenible es la base para poder ofrecer servicios públicos de calidad y oportunidades de desarrollo a las personas. La alternativa de un empobrecimiento progresivo y un aumento del endeudamiento, aunque presentada en ocasiones de forma paradójica como más progresista, es un camino seguro hacia la desaparición como sociedad con personalidad propia.
Por otro lado, a largo plazo, una sociedad no sólo debe tener empresas competitivas sino también una administración eficiente que gestione adecuadamente tanto los servicios públicos fundamentales de enseñanza, sanidad, … como otros menos críticos para las personas, pero también necesarios para el funcionamiento social. .
Las estimaciones del economista inglés Paul Mason indican que la presión de las necesidades sociales en los países desarrollados llevará a que sólo el 20% de la Deuda Pública de los estados occidentales cumplirá los requisitos de calificación para ser suscrita por los inversores institucionales. Se avecinan, por tanto, tiempos complicados, en los que los gobiernos habrán de experimentar nuevas fórmulas para prestar servicios de forma satisfactoria para los ciudadanos, pero de forma que, a la vez, tengan costes soportables.
En ese contexto, ¿la puesta en práctica de valores humanistas de respeto a la dignidad de las personas, de cooperación, corresponsabilidad y participación en la vida económica para la búsqueda del bien común, la solidaridad con los más desfavorecidos son un hándicap para esa necesaria? ¿Competitividad o una ayuda para la misma? (A destacar, en cualquier caso, que, al parecer, son valores compartidos por las distintas sensibilidades sociales y políticas de Navarra).
Aunque no hay estudios que midan empíricamente la incidencia de esos valores en la competitividad de las sociedades, sí existen referidos a las empresas. De tal forma que sólo en el pasado año en 10 países de la UE se han tomado medidas para impulsar la participación de los trabajadores en la propiedad de las empresas, destacando el caso de Francia que se ha propuesto aprobar una ley marco que permita doblar el número de trabajadores propietarios para el año 2030.
El valor de la cooperación entre empresas, por otro lado, está comprobado que ayuda a la supervivencia de empresas con dificultades coyunturales oa mejorar la propuesta de valor de empresas pequeñas, capaces de ponerse de acuerdo en colaboraciones. de distinto calado.
Quedan, sin embargo, por explorar numerosas opciones adicionales. En ese sentido, estarían pendientes de indagar fórmulas de participación en la gestión de los trabajadores públicos. Según un estudio de The Economist realizado en diversos países occidentales, el coste de los asalariados públicos superaba en un 25% el coste de sus homólogos del sector privado. Sea por las cautelas personales de los negociadores, sea por la mayor sindicación de dichos trabajadores, parece que la realidad está extendida en muchos países.
¿Se podría compensar ese mayor costo con fórmulas de participación que mejoren la eficacia de la gestión y una mayor implicación de dichos profesionales de forma que redunden en una mayor eficiencia y una mejor calidad de los servicios prestados?
En otro orden de cosas y referidos al sentido comunitario, posiblemente tenga Navarra una mejor posición relativa desde el punto de vista de la importancia del sentido de comunidad. Algunas realidades como el movimiento de las ikastolas, el de las cooperativas de trabajo asociado o una rica experiencia de instituciones sin ánimo de lucro, ligadas o no a instituciones religiosas así lo confirman. No olvidemos, además, que el sentido comunitario es el cemento que favorece la cohesión social, una de las claves del éxito futuro de las distintas comunidades según el estudio realizado por el Consejo Nacional de Inteligencia de USA. El desarrollo y estructuración para darle mayor peso social de ese espacio comunitario es una de las propuestas de Javier Retegui en su último libro.
Promover de forma sistemática una Economía de Cooperación para desarrollar una economía navarra competitiva con valores humanistas y sentido comunitario podría ser un lugar de encuentro, un propósito a compartir en el ámbito socioeconómico por los diversos agentes económicos, políticos y sociales navarros. Desde la Fundación Arizmendiarrieta nos aplicaremos para hacer nuestra modesta aportación al mismo.
Juan Manuel Sinde y José Antonio Yeregui
Presidente y miembro del Equipo Gestor de Arizmendiarrieta Kristau Fundazioa
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DON JOSE Mº ARIZMENDIARRIETA
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